Dos arqueros
Y entonces el juez cobró una falta que no existió. No me acuerdo quién fue. Lo cierto es que la pelota fue al área celeste. Muslera salió mal…¡ Y Suárez atajó. Suárez, el delantero, atajó!
Y entonces el juez cobró una falta que no existió. No me acuerdo quién fue. Lo cierto es que la pelota fue al área celeste. Muslera salió mal. Quedó para el ghanés, que le pegó con la rodilla. Adiyiah consiguió el rebote y pateó al arco. Y Suárez atajó. Suárez, el delantero, atajó. Penal a favor de Ghana. Uruguay se clasificó.
Cuando un jugador profesional, sobre todo un jugador importante como Suárez, ataja con la mano una pelota en el último minuto del alargue, está apostando toda su fe a la esperanza. Si la pelota pasa, se acabó el campeonato. Se necesita un último recurso, una última oportunidad, la carta definitiva. Es a muerte. Así le enseñaron a jugar a Suárez y por eso no dudó. Atajó la pelota. Salió llorando. ¿Eliminó a Uruguay de la Copa? No, lo clasificó a las semifinales.
Ocurrió eso porque Suárez le dio una última oportunidad a la mística. Schiaffino sonrió. El Negro Obdulio vibró. El Vasco Cea, Nasazzi, Abdón Porte... todos se pararon enfrente de Asamoah Gyan, uno de los delanteros más brillantes de este Mundial y dijeron ¡no!. Adelante de Muslera estaban Gyan, las vuvuzelas, toda África, el mundo y todo el destino posible. Toda la lógica. Un penal a los 15 minutos del alargue. Se acabó. ¿Se acabó?
Travesaño.
Y Suárez apareció vibrando. Solito. Sin abrazar a nadie. La mayor vibración de tu vida, tal vez. El mayor alivio, ciertamente. Vibrando solo, a la salida del túnel. Sin nadie para acompañarlo, excepto un incrédulo delegado de la FIFA. Suárez atajó la pelota, clasificó a Uruguay y escribió su página en la historia de todas las Copas del Mundo. Suárez podría ser un delantero promisorio del Ajax. Se convirtió en leyenda.
Uruguay-Ghana, hasta ahora el mejor partido del Mundial, y tal vez, de los últimos cuatro mundiales. No sé de cuántos, es difícil decirlo, pero el hecho es que se trataba de dos equipos que, conscientes de sus limitaciones y de las enormes ganas de hacer historia se jugaron la oportunidad de escribir un nombre en el libro eterno de la FIFA. Uruguay y Ghana daban las gracias por estar allí, cuando entraron a la cancha y lucharon por la historia cada segundo del partido. Marcaron, mucho, demasiado. Atacaron todo el tiempo. Era allá y acá. Disparos a rolete. 200 córners uruguayos, oportunidades y oportunidades. La jabulani no paraba.
El gol de Ghana fue al final del primer tiempo, merecido, fue un gran primer tiempo. Pero Uruguay volvió mucho mejor en el segundo y, con una pelota parada, una falta de Forlán, consiguió el gol. 1 a 1. Resultado justísimo. En el alargue, dos equipos agotados seguían intentando. ¿Por qué no se mata a los caballos?. Isner y Mahut. Lo intentaba, lo intentaban, lo intentaban sin cesar. 1 a 1. Alargue.
El escenario descrito en el primer párrafo de este texto podría resumir todo lo que fue ese Campeonato del Mundo, pero había más. Había una definición por penales. Ghana jugando al África y Uruguay jugando a la mística. Jugadores de segunda en el contexto mundial, en aquel contexto que escribe tapas de revistas, de videojuegos, de películas, de banners de propaganda de ropa deportiva. Ninguno de ellos estaba en la cancha. Eran dos equipos. Quizá no tan grandes en el fútbol, pero gigantes en la fuerza de voluntad, que hicieron del fútbol un deporte mayor aún. Porque intentaron sin desistir jamás.
Asamoah Gyan, que había errado un penal, no se acobardó y fue el primero a tirar. Y convirtió. Y Uruguay fue convirtiendo. Pero en el arco estaba Fernando Muslera, de camiseta amarilla. Que atajó el penal de Mensah y otro más. Para terminar, el Loco Abreu. Hay miles de maneras de tirar un penal decisivo. El Loco Abreu decidió dar un piquecito. 4 a 2.
Galeano va a escribir una Biblia sobre este partido. Mario Benedetti, si viviera, escribiría una antología. Schiaffino y Obdulio sonríen desde arriba. Es la mística celeste que está de vuelta. En el desplante del Loco Abreu, en la garra de Forlán, en la inteligencia decisiva de Muslera.
Y especialmente, en el coraje de Luis Suárez.
Si yo fuera Joseph Blatter, habría entregado la Copa al final de ese partido.
Se acabó la Copa.
Hasta la victoria.
Luis Felipe dos Santos (periodista brasileño)
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Xenofobia en Sudáfrica velada por el mundial de fútbol
Muchos inmigrantes africanos en Sudáfrica alientan a las selecciones de fútbol del continente en la Copa Mundial de la FIFA, pese a la violencia racista que estalló hace un año en este país, pero temen que las agresiones se repitan cuando finalice el torneo…
Por Nastasya Tay*
"Hace tiempo que África es ignorada, desfavorecida y considera la más pobre. Un buen rendimiento levanta el ánimo de la gente en todo el continente. Hace falta unidad. Ésta es la primera vez que nos juntamos", indicó Alfie Little, quien alentaba por primera vez a Costa de Marfil en el partido contra Brasil.
Lo desanimó el mal rendimiento de los Bafana Bafana, como se conoce a la selección de Sudáfrica, y dijo que alentará a cualquier equipo africano.
Pero ¿qué pasará cuando se apague el estruendo de las cornetas de plástico llamadas vuvuzelas y se desvanezca el patriotismo africano?
Las noticias sobre ataques xenófobos siguieron, tapadas por el rugir del grito de gol, convertido por el mediocampista sudafricano Siphiwe Tshabalala el 11 de este mes en el partido contra México.
Una ola de violencia xenófoba dejó 62 personas muertas en este país entre mayo y junio de 2008. "La violencia generalizada de origen racista puede estallar cuando termine la Copa Mundial de la FIFA" (Federación Internacional de Fútbol Asociado), reza una declaración del Consorcio para Refugiados e Inmigrantes de Sudáfrica, la que contiene varias recomendaciones para evitar que se repitan los hechos de hace un año.
"La violencia siguió, pero a una escala menor en varias partes del país", añade.
"Los sudafricanos nos tratan mal", aseguró Faith Ngwenya, empleada de un restaurante ghanés de Johannesburgo.
La zimbabuense de 26 años llegó a Sudáfrica con su hijo, huyendo de la escasez de alimentos en su país, con la intención de conseguir un trabajo para mandar dinero a su familia.
"Dicen que les sacamos el trabajo", añadió. Sin embargo, ahora disfruta del torneo de fútbol y apoya a los Bafana Bafana. La situación cambió durante el campeonato, apuntó.
"Hay rumores de que nos van a echar. De ser así, no tendremos más opción que irnos", añadió.
En las últimas semanas, muchos zimbabuenses asustados le pidieron a Dorothy Nairne, quien tiene una empresa que busca trabajo a personas sin capacitación, si podían mudarse a su casa. La mayor parte del tiempo trabaja con inmigrantes.
"Están muy asustados", señaló. "Dicen que la gente de su barrio los amenaza. No saben si es en serio, pero les dijeron que los van a matar", añadió.
Un ghanés amigo de Nairne no agita su bandera porque tiene miedo de ser detenido por la policía. "No hay problema si eres extranjero mientras seas europeo", explicó ella. "Flamea tu bandera, pero no si es africana".
En el barrio de trabajadores de Salt River, en Ciudad del Cabo, donde viven numerosos inmigrantes, se pueden ver banderas de las seis selecciones africanas, y de Palestina Libre. La gente se reúne en el bar y en el parque y alientan al continente, independientemente del país que sea.
Las distancias se acortan entre las personas de diferentes orígenes con la euforia del campeonato, el ruido de las vuvuzelas y las simpatías por los mismos colores.
"Pero cuidado cuando se termine", advirtió Nairne. "La desilusión será real. La gente no ha visto los beneficios del torneo. Cuando la sientan el pellizco, arremeterán", añadió.
El gobierno no hizo mucho por disminuir las expectativas sobre los beneficios de la Copa Mundial mientras gastaba a lo grande en los preparativos.
Los trabajos en la construcción fueron temporales. Muchas personas que desde hace décadas esperan mejores viviendas observaron desanimados el multimillonario gasto destinado a terminar a tiempo los estadios.
El lifting urbano y las restricciones severas al comercio no autorizado hicieron que el sector informal se perdiera la enorme cantidad de fanáticos que deambulan por las calles de las distintas ciudades sedes.
Setenta y cinco de las 109 personas entrevistadas para un estudio realizado entre quienes usan los servicios del Centro Scalabrini, que trabaja con inmigrantes en Ciudad del Cabo, creen que la violencia se reanudará cuando terminé la Copa Mundial de la FIFA, el 11 de julio.
Más de dos de cada tres consultados dijeron haber sido amenazados.
Las intimidaciones son reales, pero si los sudafricanos se proponen detener el odio, las amenazas no se harán realidad, señaló la directora del Centro Scalabrini, Miranda Madikane. El fervor nacionalista alimentado por el campeonato de fútbol no debe degenerar.
IPS* Con aportes de Terna Gyuse desde Ciudad del Cabo.
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