Un auténtico “Proyecto Nacional”
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Por Esteban Valenti
Hay un rasgo que distingue al Uruguay, a pesar de su tamaño relativo al resto de los países de la región, nació y en diversos momentos se desarrolló sobre la base de un auténtico Proyecto Nacional. Y esa es una diferencia importante.
¿Qué es un Proyecto Nacional? Que no es: el simple ejercicio de los diferentes gobiernos administrando la cosa pública y la economía sin grandes líneas estratégicas en la economía, en la sociedad, la educación, la salud, el Estado e incluso como sin mayor influencia sobre la propia identidad nacional.
Hay países que la predominancia de una determinada materia prima, el petróleo, les impuso un modelo petrolero. El caso más claro fue Venezuela, ahora no tiene nada, ni un atisbo de modelo, ni de proyecto.
Un Proyecto Nacional no es un “modelo” rígido, basado en una visión determinista de cierta escuela económica que se impone sobre todas las cosas y que limita todas las cosas. Un Proyecto Nacional en Europa de la post guerra fue sin duda los países que optaron por un modelo de bienestar y revolucionaron su economía, pero sobre todo su sociedad y los niveles de vida de su población.
El ideario Artiguista, un verdadero compendio de definiciones ideales, culturales y programáticas de fuerte contenido social, fueron desde su nacimiento el diseño de un Proyecto Nacional que no abarcaba solo a la Banda Oriental sino a la Confederación de pueblos libres, de las provincias que tenían potencial para integrarse a ese proyecto. No era solo la independencia de España, era la contraposición frontal a las políticas coloniales borbónicas o británicas, con las ideas de la Constitución de los recién nacidos Estados Unidos de América del Norte (1776) y de la Revolución Francesa y la Ilustración (1789).
Era un proyecto confederal, profundamente democrático, mucho más democrático si se considera la época de su nacimiento, con un sentido social progresista de justicia, con una base institucional y cultural que era la esencia de la propia identidad de los “pueblos libres” no solo de la colonia sino de cadenas que oprimían y siguieron oprimiendo a los pueblos latinoamericanos. Incluyendo al Uruguay. Por ello, Artigas fue sepultado con sus ideas en el olvido y en el mármol.
¿Qué alguien me nombre un solo proceso de nacimiento de una nación latinoamericana con ese nivel de definiciones originales y revolucionarias? No lo fue ni siquiera Simón Bolívar (propuso una monarquía) en Argentina Mariano Moreno tuvo poca influencia y una vida muy breve, para influenciar el nacimiento del país. Se podría decir que mucho tiempo después, José Martí tuvo o mejor dicho buscó tener un papel similar, con contenidos mucho menos radicales.
El de Artigas fue un Proyecto Nacional fracasado y traicionado y con una visión que iba mucho más allá del centralismo de Buenos Aires o Montevideo.
Hay que esperar hasta la década de 1870, cuando José Pedro Varela, si bien comenzó su labor bajo el gobierno de Lorenzo Batlle fue paradójicamente bajo el gobierno dictatorial del coronel Lorenzo Latorre que culminó su obra de profunda transformación estructural de la educación pública uruguaya, de su democratización y como instrumento de integración social y de fuerte impulso a la identidad nacional, que dura a pesar de los muchos zarandeos hasta nuestros días. A pesar de que Varela conoció e hizo una larga navegación junto a Domingo F. Sarmiento, su obra difiere profundamente del pensamiento de este presidente Argentino y su concepción de la educación.
Proyecto Nacional con todas las letras y de una influencia muy profunda en la historia del país fue el de José Batlle Ordoñez, que abarcó varias décadas de inicios del siglo XX y que puede considerarse el primer “estado del bienestar” en el mundo, mucho antes que los impulsados en la post guerra por la socialdemocracia europea.
Un Proyecto Nacional, con una base de la reforma democrática del colegiado, de leyes sociales, de profundos cambios en los derechos ciudadanos, de las mujeres, de creación del Estado moderno y las empresas públicas nacionales y de un fortísimo impacto cultural y en el nivel de vida de la mayoría de la población nacional. Todavía hoy es y debería serlo todavía más, un punto de referencia. No todos somos batllistas, pero todos tenemos influencias en nuestras vidas concretas y cotidianas y en nuestras sensibilidades de ese Proyecto, que en los años 50 del pasado siglo entró en una paulatina decadencia.
Un Proyecto Nacional comenzó a construir en sus bases programáticas e ideales, Wilson Ferreira Aldunate desde la CIDE (junto a Enrique Iglesias) y en el Ministerio de Ganadería y Agricultura y que se plasmó en “Mi compromiso con usted”. Leído hoy ese programa es más avanzado y radical que todos los programas del conjunto de los grandes partidos políticos uruguayos actuales. Todos.
El Frente Amplio nació hace 50 años, con el general Liber Seregni a la cabeza y por muchos motivos históricos, por la situación nacional de extrema polarización, pero en particular surgió para impulsar un Proyecto Nacional distinto al de las clases dominantes en ese momento, con una fuerte influencia artiguista y batllista.
El primer gobierno del Frente Amplio 2005-2010, no solo fue exitoso para sacar el país de las consecuencias de la crisis del 2002-2003, sino que comenzó a avanzar hacia un Proyecto Nacional, en primer lugar recuperando la confianza y la credibilidad de los uruguayos en su propio país. Las reformas posteriores (fiscal, aduanera, de la salud) y la ampliación de derechos fueron los primero pasos hacia ese nuevo Proyecto Nacional. La educación pública y más en general la educación y la inseguridad fueron sus puntos más débiles e insuficientes. Luego comenzó el desorden y la paralización de ese Proyecto confundido en la suma de grandes obras delirantes y la continuidad de la flotación. Los hechos de corrupción, de clientelismo y de inmoralidad fueron un golpe muy duro a la propia identidad de las izquierdas.
Los militares, luego del golpe de 1973, intentaron con muy poco éxito no solo imponer mediante métodos dictatoriales, sino construir un nuevo Proyecto. Ellos y sus aliados civiles fracasaron estrepitosamente y escribieron la página más negra de la historia nacional.
¿El Uruguay necesita hoy un Proyecto Nacional? Es una pregunta que tiene que ver con este mundo globalizado, con las consecuencias que está dejando y dejará la pandemia, con la influencia de las nuevas tecnologías y de la Inteligencia Artificial y con la realidad regional.
Creo que el Uruguay necesita más que antes una mirada estratégica que guie sus pasos y no seguir al golpe del balde cabeceando situaciones y esa mirada estratégica, concreta, actual, con políticas actuales y con profunda mirada hacia el futuro es un Proyecto Nacional, basado en su historia, sus experiencias, sus capacidades intelectuales y culturales que van más allá del mundo político y deben recoger los aportes de la sociedad en su conjunto, desde la academia, la sociedad civil, el mundo de la cultura. La síntesis la debe hacer la política. No nos lavemos las manos.
Necesitamos un Proyecto Nacional más que nunca, precisamente porque las tensiones y las oportunidades puntuales nos obligan a proyectar una fuerte identidad y como decía Wilson a construir una “comunidad espiritual”
Una de las condiciones básicas que debemos recoger de nuestra historia, de las cosas positivas pero también de las deformaciones y parcialidades es que un proyecto nacional no puede ser un proyecto desde un centro, desde la centralización en Montevideo, desde la macrocefalia, debe ser Nacional, es decir incluyendo los 19 departamentos, las diferentes realidades, desde la ciudad, las ciudades, los pueblos y la campaña. Desde las diversidades, no desde las imposiciones.
Un Proyecto Nacional necesita del aporte político de sectores muy amplios, es muy difícil de impulsarlo en un solo periodo de gobierno y por ello reclama alianzas muy amplias, generosas y flexibles, capaces de anteponer a sus propios intereses los de la nación. Por eso también será nacional o no será.
Debe ser profundamente democrático, con una circulación respetuosa de ideas y de proyectos y no con la imposición de una pirámide del poder sobre todo el resto. Ese es el fracaso seguro.
Uruguay del siglo XXI, debería ser por encima de todo un Proyecto Nacional, realista, optimista, basado en el potencial real del país, transformador y capaz de afrontar los problemas serios que tiene nuestra sociedad. Y de hacerlo en un mundo turbulento y lleno de tensiones con el clima, con el medio ambiente, con millones de refugiados, con el terrorismo global, con los dueños del mundo digital y de las nuevas tecnologías y con la acumulación salvaje y despiadada de la riqueza, mientras miles de millones de seres humanos sufre pobreza y hambre. Y debe considerar muy atentamente sus tendencias demográficas preocupantes a la baja y el envejecimiento de su población.
Uruguay tiene las condiciones para construir ese Proyecto Nacional, y fuerzas poderosas y trabas estructurales que lo frenan.