APOYAR A LA URSS, A CUBA Y A MADURO

rochatotal// Columnista

Voy a escribir desde mi peripecia ideológica y política personal. Yo fui un defensor apasionado y militante de la Unión Soviética y defendí su invasión a Hungría (muchos años después de haber sucedido en 1956) y directamente en 1968 a Checoslovaquia. Consideré la Revolución de Octubre la más grande y liberadora revolución de la historia y el inicio de un proceso mundial irreversible que nos llevaría a todos al socialismo y finalmente al comunismo.

Leí, estudié, escribí, polemicé y toda mi actividad política durante 28 años se basó precisamente en esa visión del mundo, de la historia, de la economía y de la filosofía. Lo hice yo y millones, cientos de millones de seres humanos a lo largo del mundo y entre ellos algunos de los intelectuales y artistas más brillantes de su tiempo. Todo se vino abajo en pocos años.

No fui suficientemente crítico, a pesar de haber conocido la URSS desde adentro y haber viajado en muchas oportunidades, así como a otros países del socialismo real y en realidad mi ruptura se produjo tarde y mal. No tengo en eso ni siquiera el mérito que me atribuyeron en su momento los ortodoxos  de que yo había regresado de Italia hecho un eurocomunista. No puedo reivindicar ni siquiera esa visión de avanzada, esa previsión de lo que luego fue un desmoronamiento y una implosión total.

Ni que hablar que el apoyo a Cuba y su revolución fue un factor fundamental de mi incorporación a la izquierda, seguí de cerca su proceso, también las diferencias que tuvo el PCU con sus definiciones sobre la guerrilla en América Latina, pero durante muchos años ni de cerca cuestioné o critiqué su modelo económico y social y sus serias limitaciones a las libertades y su creciente crisis en materia de desarrollo, incluyendo los graves aspectos antidemocráticos.

El mecanismo ideológico e incluso sicológico que conquistó a millones de personas, que incluso dieron su vida por esas causas y en el extremo otros se convencieron a sí mismos que la peor represión, incluso contra ellos y sus familias por atreverse a cuestionar al régimen, era justificable y su máxima expresión fueron las purgas de Stalin y otros dictadores en diversos países, no es fácil de explicar.

Como tampoco es fácil de explicar como una religión que nació a partir del hijo de un humilde carpintero que fue crucificado predicando el amor por el prójimo y la vida austera, haya alcanzado las mayores cumbres de la riqueza y el poder y haya asesinado y torturado a tantos herejes por atreverse a cuestionar el dogma o por mucho menos. Y habiendo pasado por esos horrores esa religión hoy sigue viva y activa en todo el mundo, y algunas de las mentes más brillantes la profesaron y la profesan.

No es lo mismo, pero lo menciono para demostrar que los mecanismos que funcionan en los seres humanos para interpretar los hechos, la historia a la medida de una doctrina siempre han funcionado y lo siguen haciendo y me temo que lo seguirán haciendo.

Mi experiencia personal, dicho esto con mucho dolor es que cuando se cayó el muro, una parte importante de mi vida se cayó y seguí haciendo política buscando un refugio racional para intentar reconstruir mecanismos críticos para luchar por un mundo diferente, menos injusto, más libre, más humano y fraterno. Pero hay pasiones que no se reproducen, no se remiendan. Ya era otra cosa.

Aprendí que no hay una respuesta completa, total y totalizadora que explique todos los procesos humanos y que en definitiva e inexorablemente nos llevará a la felicidad. Que para ser de izquierda, para aspirar a un mundo más justo, hay una sola condición irrenunciable, ser críticos, no perder nunca el sentido de la crítica, el arma más poderosa que generó la cultura humana para cambiar las cosas y las ideas. La crítica es una actividad que en las ciencias es básica, sobre ella se basa su avance, pero que en la política, en el uso del poder, en la ideología, es la más difícil de las condiciones.

Toda esta larga perorata es para analizar si en realidad los que pintan muros que dicen “En Venezuela hay democracia” o los que se niegan a aprobar una moción en el parlamento afirmando que en Venezuela es una dictadura mientras tres de sus principales líderes, incluyendo su candidato a presidente se habían pronunciado, tiene la misma base que el apoyo a la URSS y Cuba de otros tiempos y para algunos de ahora.

No, esa sería una salida cómoda y falsa. En Venezuela no hay dictadura del proletariado, ni el menor atisbo de Socialismo del siglo XXI, lo que existe es la ruina económica más atroz que ha vivido y vive ese pueblo solo superada en la historia de América Latina por la guerra de la triple alianza contra el Paraguay. Los dirigentes, los partidos, algunos pocos intelectuales (cada día menos) que respaldan ese régimen lo hacen por muy diversos motivos.

Venezuela, desde la época de Chávez instaló en Venezuela y en América latina la suprema ideología de los petrodólares revolucionarios, destinados a manos llenas a apoyar campañas electorales, gobiernos llamados de izquierda y a encadenar a muchos dirigentes y gobernantes de izquierda a una lógica perversa del dinero por encima de todo.

Venezuela está totalmente fundida, produce un tercio del petróleo que producía hace 8 años, el nivel de vida de la enorme mayoría de la población se ha precipitado en todo, en la alimentación, en la salud, la educación, el transporte, el acceso al agua y la electricidad. Para la mayoría de los venezolanos, que habitan en el país con las mayores reservas petroleras del mundo, la vida es un calvario. Eso lo saben perfectamente los dirigentes que en Uruguay defienden al régimen y se  niegan a la calificarlo como una dictadura.

Esos mismos dirigentes saben perfectamente, algunos en forma directa, que el nivel de corrupción del régimen que gobierna Venezuela es atroz, que civiles y  militares han acumulado fortunas enormes robadas al pueblo y a la economía de ese país. Saben muy pero muy bien, que el desastre económico comenzó mucho antes, varios años antes del inicio de las medidas de embargo de parte de los EE.UU. que como siempre deja ver su rostro imperial y miserable. La prueba de mi afirmación es muy simple: Trump embargó ahora bienes por 35.000 millones de dólares porque Venezuela tenía y tuvo hasta el último momento las mayores reservas y riquezas petroleras, con sus cientos de estaciones de servicio y sus refinarías en los Estados Unidos.

La ideología-política de los petrodólares revolucionarios como modelo económico fundió a la industria, al comercio, a la minería, a la agropecuaria y hasta la producción energética venezolana, pero enriqueció a una oligarquía corrupta de gobernantes, encabezados por Nicolás Maduro y sus cómplices en el continente. Y hay varios uruguayos, públicos y privados que se hicieron cómplices de ese saqueo despiadado a Venezuela y que cobraron su tajada. Para ellos personalmente o para la corona.

Cuando yo era comunista nos acusaron de todo, de no ser democráticos, de ser sumisos a la URSS, a Cuba y a otros países del “socialismo real”, pero no era por dinero, no era por dependencia económica, era por una sumisión ideológica, imperdonable para gente de izquierda, que ni siquiera la existencia y la perversa acción del imperialismo puede justificar.

Era por una profunda deformación de las ideas que dieron origen al socialismo pero este no es el caso de Venezuela.

Las justificaciones que escuchamos el otro día en la Cámara de Senadores de parte de legisladores del actual Frente Amplio daban vergüenza por su pobreza y su falta de sustento ideológico. Eran un entramado de explicaciones primarias donde unos se cubren a otros para no desnudar el horror de defender a un régimen represor, corrupto y fracasado. Ni ellos se creen esos argumentos.

Y más allá de los resbalones de algún senador de la oposición, tampoco escuché sólidos y profundos argumentos de parte de la oposición. Sonaba a chicana electoral y poco más. Pero ese es su problema.

El mío es comprobar que se ha caído tan bajo, que senadores que saben, que piensan, que tienen información que en Venezuela hay una dictadura con todas las letras, y que lo que dijo Astori, Mujica y Martínez, aunque tardío, es una gran verdad, son capaces de votar a favor del régimen de Maduro. Todo por un cacho de poder y por seguir reculando en chancletas frente a los que en el FA y en el gobierno tienen sólidos lazos y deudas con Maduro y no precisamente por razones ideológicas. Entre otras cosas porque sería interesante que me citaran una sola idea, una sola argumentación ideológica o política seria para defender el gobierno más corrupto de América latina y sus alrededores. O alguna idea del propio Maduro.

No se les movió un pelo, sumaron sus votos o mejor dicho su presencia solidaria para no incomodar al supuesto papel mediador del gobierno, que marcha hacia un nuevo fracaso estrepitoso, y para evitar aislar un poco más a Maduro, sin por ello apoyar al delirante Guaidó.

Las dictaduras caen por la resistencia interna, por la lucha de sus pueblos, pero también por el aislamiento internacional y la solidaridad. Si lo sabremos los uruguayos, que supimos ponernos delante de las tanquetas un 9 de julio de 1973, y pelear durante muchos años dentro y fuera del país.