CADA VEZ MAS CERCA, CADA VEZ MAS PARECIDOS
Hace muchos años que los principales dirigentes de los dos partidos tradicionales se empeñan en avanzar una y otra vez hacia conjunciones político electorales cada vez más unitarias.
Muchas veces a contramano de lo que sus propios votantes sienten, han tomado decisiones, cada vez más audaces que van incorporando la idea de que blancos y colorados son un único bloque político con cada vez mayores componentes en común.
La interrogante consiste en establecer cuál ha sido el punto de partida o la causa originaria de este proceso. Fácilmente se puede responder que el origen de esta estrategia tendiente a reducir las distancias entre dos partidos que históricamente representaban los dos opciones del 90 por ciento de los uruguayos, fue el crecimiento del Frente Amplio.
Sin embargo, también podría sostenerse que el contenido de las propuestas electorales, tanto en sus programas como en sus discursos, impulsadas por los sectores mayoritarios de ambos partidos en los años noventa redujo su espacio electoral, permitiendo el avance de la alternativa de izquierda.
Lo cierto es que, más allá de cual fue el impulso originario, la estrategia político electoral de ambos partidos ha mostrado un proceso creciente de acercamiento, retroalimentado por su correlativa reducción electoral.
Las experiencias de coalición de gobierno entre 1995 y 2005, las posturas explícitas de apoyo recíproco a candidatos de ambos partidos en las dos experiencias de segunda vuelta, los movimientos electorales espontáneos (estos sí provenientes de sus respectivos electorados) para ganar las Intendencias de Paysandú y Salto en 2010, son todas señales que van en la dirección de un proceso de acercamiento cada vez más intenso.
Sin embargo, el paso que se pretende dar mediante la creación de un lema común en Montevideo para votar juntos, es sin duda, el movimiento más audaz y riesgoso que hasta el momento hayan protagonizado ambos partidos.
La operación implica la creación de un partido artificial a los solos efectos de una comparecencia común con un objetivo que, nuevamente se construye por la negativa, es decir evitar el triunfo del Frente Amplio. A cambio de ello se van desdibujando cada vez más las fronteras de identidad partidaria entre ambos partidos.
Pero el desdibujamiento de estas fronteras no es gratis. Muchos votantes identificados con cada uno de los dos partidos podrán sentir que sus dirigentes no los representan adecuadamente, en la medida que avanzan en el acercamiento con uno de sus históricos adversarios. Es probable que pierdan, nuevamente, el apoyo de algunos de sus seguidores insatisfechos por la mimetización; y también es probable que generen una reacción de reafirmación entre muchos votantes frentistas críticos que sientan esta iniciativa como una agresión directa al partido que votaban.
Basta para ello preguntarse hasta qué punto, por ejemplo, un wilsonista convencido puede sentirse cómodo con este acercamiento que lo convierte, cada vez más, en un socio o compañero electoral de un Partido Colorado hegemonizado y liderado por Pedro Bordaberry.
Hace ya mucho tiempo que las decisiones de los dirigentes de ambos partidos en este sentido, no han probado lograr resultados positivos para su recuperación electoral; pero independientemente de ello, más importante aun, son decisiones que afectan la continuidad de sus respectivas identidades políticas.