Uruguay dentro de las dos democracias exitosas en América
rochatotal//Ricardo Méndez Molina.
El informe anual sobre Estado Global de la Democracia, presentado en Estocolmo, en la sede del Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA), resalta sobre Uruguay, “su sólida matriz institucional, la fortaleza de su sistema político, y los altos niveles de Democracia directa”.
Dos casos de éxito democrático: Costa Rica y Uruguay Costa Rica constituye un caso de elevada resiliencia democrática en una subregión democráticamente débil (América Central y México). Su desempeño, medido por los Índices de El estado de la democracia en el mundo, ha sido sistemáticamente alto durante cuatro décadas.
En 1975 se situaba entre el 25 por ciento de los países del mundo con mejor desempeño en 13 de los 16 sub atributos; en 2018 registró puntuaciones igualmente elevadas en 15 sub atributos democráticos. Asimismo, alcanza la puntuación más alta en Gobierno Representativo y presenta el mejor desempeño del mundo en esta dimensión, justo por delante de Chile y Suecia. Si bien no está totalmente libre de imperfecciones, la fortaleza de la democracia costarricense se basa en una combinación de características que se refuerzan mutuamente. Su historia democrática es estable, sin interrupciones desde 1949, y cuenta con una población relativamente homogénea y poco numerosa (4,8 millones de personas).
Su puntuación en Gobierno Representativo es la más alta del mundo y en Igualdad de Grupos Sociales supera a todos los países de la región. Cuenta con un sistema presidencial con representación proporcional en el parlamento y un sistema multipartidista libre y bien desarrollado —de hecho, su puntuación en Partidos Políticos Libres es la segunda más alta del mundo, después de los Estados Unidos—. La cultura política de Costa Rica se fundamenta en el compromiso, basado desde hace mucho en la confianza pública en las instituciones políticas y un gran respeto por el Estado de derecho. También goza de altos niveles de Bienestar Básico y desarrollo humano, así como de un acceso casi universal a la sanidad y la educación primaria, facilitado por un sistema de seguridad social integral. Su gasto social es elevado, gracias en parte a una notable reducción del gasto militar tras la abolición del ejército en 1948. El uso de sus recursos naturales es sostenible y su estructura económica se ha transformado, lo que permite niveles sostenidos de crecimiento económico que han protegido al país contra los efectos de las crisis económicas (OCDE, 2017; Peeler, 1986; Dabène, 1988). No obstante, a pesar de estos puntos fuertes, la democracia de Costa Rica no es inmune a los problemas, como la polarización política, un sistema de partidos cada vez más fragmentado y la intromisión de la religión en la política, tal como demuestra el hecho de que un pastor evangélico estuvo cerca de ganar las elecciones presidenciales de 2018 (Murillo, 2018). A ello se añaden las tensiones debidas a la inmigración a causa del empeoramiento de la situación política en Nicaragua, así como la gran desigualdad de ingresos.
Costa Rica ocupa ahora el sexto lugar entre los países con mayor desigualdad de ingresos de la región (véase, por ejemplo, Banco Mundial, 2018). Uruguay constituye un ejemplo de avances democráticos inigualables. En 1975 era uno de los regímenes autoritarios de la región y su desempeño era bajo en cuatro de los cinco atributos democráticos. Ahora es una de las dos democracias de la región con una puntuación alta en todos los atributos democráticos y el único país de la región que se encuentra entre el 25 por ciento de los países del mundo con mejor desempeño en los 16 sub atributos. Del mismo modo que Costa Rica, Uruguay registra una menor desigualdad en el acceso al poder político y el disfrute de las libertades civiles en comparación con otros países de la región. No obstante, presenta niveles significativamente más bajos en lo relativo a la desigualdad de ingresos. Otras características comunes son el establecimiento de un contrato social —que sirvió de base para el desarrollo de un estado de bienestar con una sólida protección social y basado en políticas fiscales redistributivas— y la gestión sostenible de los recursos naturales. Uruguay también tiene una larga tradición democrática; la democracia solo se interrumpió en dos ocasiones desde 1918 (primero, brevemente, en 1933 y luego durante el período autoritario comprendido entre 1973 y 1985).
Su sistema multipartidista es estable y competitivo, con una alternancia en el poder de los tres partidos políticos principales, una población reducida y homogénea (3,4 millones de personas), un sólido Estado de derecho y una Administración Imparcial. A diferencia de Costa Rica, Uruguay obtiene una alta puntuación en Democracia Directa (la mayor de la región). No obstante, a pesar de su alto desempeño, la democracia en Uruguay no es perfecta. Entre los retos a los que se enfrenta la democracia en el país se incluyen el aumento de la delincuencia y la violencia (a menudo relacionadas con el tráfico de drogas), la corrupción y la disminución de la confianza en la democracia, aunque Uruguay todavía se comporta mejor que otros países de la región en estos aspectos (Chasquetti, 2017; Petit, 2017; Rodríguez Cuitiño, 2018; Goñi, 2016).