Ideas, utopías y políticas batllistas

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Por César García Costa

Quien mire desde afuera las actividades que hay en el Partido Colorado, podrán ver que se hacen muchas cosas; todas interesantes, y todas vinculadas a la lealtad con su historia. Todas estas propuestas ocurren en ámbitos participativos, donde interviene gente que busca y quiere hacerlo, casi siempre los mismos, y eso supone que su contracara no sea otra que la ausencia de otros muchos, quienes por no marcar presencia, simplemente representan a los silenciosos de siempre.

A la luz de las encuestas que empiezan a perfilarse esto no pasa inadvertido.

Y todo sigue igual.

Es por eso que en plano de las expectativas electorales el escenario siga siendo pálido, gris, alejado de la realidad de su historia, como si los que comandasen las acciones partidarias fuesen unos autistas inmersos en sus mundillos personales, incapaces, conscientes, pero titulares de una vida que pasa por otro lado.

En la cotidianeidad cuando se quiere tomar contacto inicial con persona, lo primero que se hace en nuestra sociedad de la información, es “googlearlo”, para saber qué dicen las redes sobre él o ella, y así poder empezar a formarnos una opinión con un mínimo de información.

¿Y qué dicen las redes sobre el Partido Colorado?

Vayamos a la referencia que nos da su Facebook.

En un 90% la información consignada –o al menos la priorizada- refiere a las actividades, artículos periodísticos o al rol –sobresaliente, por cierto- de Julio María Sanguinetti. Sería irracional no informar sobre su actividad, y no sólo por lo que es y hace políticamente el Secretario General del partido, sino porque en lo intelectual y político, para el coloradismo, su voz es esa necesaria señal que todavía permite que los colorados sean personas distintas entre los uruguayos.

Hasta ahí todo bien.

Convengamos que en el semanario Opinar –como sucede en esta misma edición- hacemos lo mismo que los colorados en su partido: reeditamos los artículos de opinión de Sanguinetti publicados y concebidos para Correo de los Viernes, o para los diarios El País de Uruguay o La Nación de Argentina, buscando con eso acercarnos a la fuente de un pensamiento que es tan nuestro como el partido.

Con esto que digo reafirmo la vigencia de la acción partidaria en Facebook como en otros instrumentos, pero también digo que esa actitud, excluyente de cualquier otra, es una de las razones del silencio partidario.

Con ese potencial al alcance de la mano, y me refiero a la vigencia del pensamiento de su referente principal –quizá el más grande al que pueda acceder una colectividad política- no logramos signos de recuperación después de la caída de 2002.

Consideremos, entonces, que cuando abordamos estos temas de comunicación organizacional, lo que está en el fondo de la controversia no es otra cosa que el estricto dilema entre “el significante y el significado”, porque la representación mental y la imagen acústica, que son las dos caras de una misma noción, articulan en el constante desafío de la pertenencia y la motivación hacia las nuevas generaciones. En este contexto, “el significante es la traducción fónica de un concepto, mientras que el significado es el correlato mental del significante.”

Si lo que decimos (entiéndase como sinónimo de imagen), no se corresponde con lo que somos y hacemos, estamos ante un problema.

Y eso es lo que revelan las encuestas.

Para la consultora FACTUM, que hizo un muestreo sobre 800 casos relevados por celular en todo el país, para lo que tomó como referencia los meses de octubre/2019 y octubre/2022, l sociedad uruguaya inclina sus preferencias en favor del FA creciendo de 39% a 41%, en el PN bajando de 29% a 27%, y en los colorados y cabildantes estancados desde hace meses en un estático 8%. En este guarismo de 8% de los colorados, remontar los 4 puntos para llegar a los 12% de máxima al que llegaron en las elecciones pasadas, parece una enormidad.

¿Qué deberían hacer los colorados –que es quien nos importa a los batllistas- estén o no militando o votando en el viejo partido de la defensa?

Lo primero es hacer que el mensaje, o sea, quien dice y quién potencialmente hace las cosas -sea un órgano, una entidad o una persona-, sea un reflejo del objetivo institucional buscado; es decir, la defensa de la coalición republicana como instrumento, aunque con el tinte de las ideas batllistas, para que ellas, y no los individuos que lo integran, sean quienes prevalezcan y condicionen a los demás socios del conglomerado al que pertenecen en lo electoral. Ese es el único camino para ser respetados por lo que somos, y a sabiendas de que en ciertas cosas no habrá plataforma posible de ser conciliada, si esos valores no son tenidos en cuenta.

Si esto no es así, si seguimos siendo el imaginario que dejamos ver, si nuestra voz sólo es la del Secretario General asilada de otras voces y opiniones, la imagen de Sanguinetti –ya separada por su propia decisión del futuro de la contienda electoral- nos ubicará inexorablemente en el lugar en que FACTUM nos observa hoy, en 8%.

Por eso se necesita un cambio radical.

Retomando el hilo de este análisis la cuestión está entre “significado y el significante”: seremos lo que mostremos y alcanzaremos lo que sea en función de eso. Ni la responsabilidad ni la verdad son consecuencia de las encuestas. Si la foto que se mira no gusta, no es la imagen la que desentona, sino la realidad de lo que somos.

Fuente: Opinar