Viejas y malas ideas
rochatotal//
Por Julio María Sanguinetti
En los últimos años, la caída de la visión marxista de la sociedad ha producido una aproximación muy acentuada entre los partidos políticos. Las exposiciones de estos días del Ministro Oddone son, una vez más, reveladoras de esa situación. Ya nadie discute que la inflación es nefasta y castiga a los más necesitados, que el equilibrio fiscal es imprescindible, que la deuda externa se paga y administra, que no nacionalizamos ni la banca ni el comercio exterior y suma y siguen todos los eslóganes de la vieja izquierda.
Donde seguimos en las antípodas es nada menos que en la educación, donde hoy se está jugando no sólo el destino de una generación sino las posibilidades de desarrollo de un país. Inmersos en un cambio de tiempo histórico, civilizatorio, no podemos dejar de reflejarlo en la educación. Estamos en la economía digital, globalizada más allá de los proteccionismos amenazantes de hoy, con la consiguiente imposición: hay que formar una generación (y las que siguen, que ya veremos), para ese mundo, para que manejen la IA mejor que nadie, al servicio de una producción que transita por el camino de la innovación tecnológica, desde el agro hasta la cibernética.
Frente a ese gigantesco desafío, la respuesta del Frente Amplio es de un arcaísmo entristecedor. Volvemos a las viejas y malas ideas. Las ya probadas y las imaginadas.
En el ámbito de la ANEP la propuesta es abandonar las Direcciones Generales y volver a los “Consejos” y al retorno de los gremialistas. No de los “profesores”, de los dirigentes sindicales, de los que dominan las Asambleas Técnico Docentes (ATD), donde nunca dejaron de estar y siguen mostrando un divorcio absoluto con el mundo en que vivimos. Lo hemos comentado cuando en setiembre del año pasado, en Salto, las ATD realizaron un pronunciamiento que se iniciaba ya con un apocalíptico párrafo que decía nada menos que: “…. La crisis estructural y orgánica del capitalismo trae como consecuencia un ajuste global para asegurar márgenes de ganancia y profundizar las desigualdades vulnerando derechos humanos de las grandes mayorías (…) la hipertrofia del sistema financiero global propicia que organismos internacionales de crédito imponen modelos que favorecen a estos sectores minoritarios, los ´malla oro’ que acumulan la riqueza llegando a niveles absurdos y escandalosos”.
Según ellos la conclusión es que el sistema educativo, perversamente, intenta mantener “un bajo nivel general que garantice la incorporación de las mayorías, no para que se eduquen de manera que puedan tomar opciones de vida críticas y emancipadoras, sino para suministrarle aquellos conocimientos mínimos que permitan su explotación alfabetizada”.
Como se aprecia, parten de la base de que el capitalismo (y no el mundo socialista) está en profunda crisis y que nos impone a todos por la vía del BID y el Banco Mundial sistemas para “adaptarse a los cambios del sistema productivo” y organizar la explotación de los trabajadores, “mano de obra sumisa, acrítica, que no pretenda cambiar el sistema”. En una palabra, formar gente para la desocupación y el enojo.
Es un lenguaje del comunismo de los años sesenta que ya no existe en el mundo. Esa es la mentalidad con la que se integrarán los Consejos de Primaria, Secundaria y UTU, que venían cumpliendo una interesante labor de modernización que ahora se truncará. Un salto atrás incuestionable.
En el plano de la formación docente, donde el “Consejo de Formación en Educación” ha realizado una notable labor, bajo la conducción del Profesor Víctor Pizzichillo, marchamos hacia el viejo proyecto trasnochado de una Universidad de Educación administrada por la clásica tripartición que ha sido el factor más negativo con el que ha luchado nuestra Universidad de la República.
El propio mensaje del Poder Ejecutivo reconoce la labor que viene desarrollando este Consejo como órgano desconcentrado, procurando incluso darles a sus egresados un nivel académico universitario, reconocido en la titulación. Naturalmente, era y es un régimen de transición, porque de un día para el otro no se puede inventar un nivel universitario. Hay que alcanzarlo con esfuerzo y superación.
La cuestión la vemos así: esa Universidad es la que proveerá docentes, maestros, profesores, para la ANEP. No solo para la ANEP, pero mayoritariamente para el sistema público. Como es lógico, los formará con su criterio, sus prioridades, los programas que respondan a su visión y no a la de las autoridades de la ANEP.
Ha costado un triunfo, desde la ley de 1972, vertebrar las tres ramas, primaria, secundaria y técnico-profesional, en un solo sistema. Asumido que la educación es un proceso continuado, que requiere unidad de propósitos y que se vertebre sin fracturas, sin embargo, ha sido un paciente esfuerzo lograr que cada sector no mire el conjunto desde su visión particular. Desde su “chacra”, como suele decirse. Cuando ese proceso venía dando, por fin, un resultado acorde, incluso con un sistema integrado de formación docente, se pretende desgajarlo para que actúe con autonomía, desvinculado de la ANEP. En una palabra, formarán los educadores que a su juicio precisa el sistema y no los que piensan quienes lo administran. Vamos hacia un nuevo divorcio, más grave que ningún otro del pasado, cuando la nueva generación tendrá que vivir y trabajar en un mundo muy distinto al de nosotros, sus padres y abuelos.
Siendo que la estructura venía armonizándose, queremos marchar hacia la fragmentación de nuevo. Y ni hablar del famoso “cogobierno” en el cual ya no creen ni los decanos, aunque no lo puedan decir ante la amenaza de la descalificación.
Como un tema para empezar a mirar, termino estos condolidos párrafos señalando que el proceso universitario uruguayo está ya maduro para crear la Universidad del Litoral, o del Interior, sobre la base que se ha desarrollado desde aquella primera gran sede salteña en que pudimos ayudar a la visión pionera del Intendente Malaquina. Le haría bien a la ya enorme Universidad de la República y sería otro paso, ya maduro, en la descentralización del sistema.