Si es de izquierda también puede saltarse la ética y las leyes

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Sendic: si es de izquierda no es corrupto y si es corrupto no es de izquierda.

El compromiso político es con el “interés general” , la integridad y la honestidad.

Un patrón preocupante que crece: figuras políticas que, tras alcanzar el poder, desvían su accionar de las promesas de campaña y sobre todo los principios democráticos. Aunque muchos de ellos se presentan como defensores de la honestidad, el bien común y el progreso social, una vez en el cargo utilizan sus posiciones para beneficio propio o de su círculo cercano. Casos frecuentes incluyen eludir impuestos, designar familiares en puestos clave sin mérito profesional, desviar fondos públicos, y favorecer a aliados políticos o empresariales. Este doble discurso erosiona la confianza ciudadana y refuerza la percepción de que la clase política opera con una moral distinta a la del resto de la sociedad; debilitando así los pilares institucionales y éticos sobre los que debería sostenerse la democracia.

La corrupción, la conducta indebida y la falta de ética no son fenómenos exclusivos de un sector o partido político, sino que son inherentes a la naturaleza humana. A lo largo de la historia, hemos visto cómo individuos y grupos, sin importar su ideología o posición, pueden sucumbir a la tentación de abusar del poder para beneficio personal.

En contraste de aquello “que gobierne la honestidad” de la campaña del FA, algunos políticos/as han tenido y tienen como premisa su prosperidad personal,(de esto también tenemos ejemplos en distintos sectores políticos ).No existe, caducó, aquello de “el interés general antes que el particular”. El Art 7 de la Carta Magna expresa: “Los habitantes de la República tienen derecho a ser protegidos en el goce de su vida,honor, libertad, seguridad, trabajo y propiedad. Nadie puede ser privado de estos derechos sino conforme a las leyes que se establecieren por razones de interés general”. “Es que precisamente la nota de generalidad puede predicarse de tal interés porque aprovecha y beneficia a todos y cada uno de los habitantes. En efecto, no se trata de nada que en sí mismo se ordene únicamente al beneficio de una simple parte, por grande que ésta sea, de la sociedad. El bien común (en el derecho positivo uruguayo) es el bien de la sociedad precisamente porque aprovecha y beneficia a todos y cada uno de los miembros de que ésta se compone”… “Por el contrario, lo que beneficia a un solo hombre o a un grupo o conjunto de hombres que no son todos los que en la sociedad se integran, es meramente un bien particular…” (Mariano Brito)

Pero en los casos que ya se han presentado ,en el inicio nomás del presidente Orsi, cae por su propio peso esa premisa de “Interés General”, se impone ”el particular”. Vulnera la premisa fundamental de campaña, “que gobierne la honestidad”, a poco de salir el anterior gobierno, al que se cuestionó,con todo un manto de dudas que se creó en la campaña electoral por parte del FA, (dicho sea de paso centradas en tres reiterados nombres, Artesiano, Penadés,Marset).

La corrupción, la conducta indebida y la falta de ética no son fenómenos exclusivos de un sector o partido político, sino que son inherentes a la naturaleza humana. A lo largo de la historia, hemos visto cómo individuos y grupos, sin importar su ideología o posición, pueden sucumbir a la tentación de abusar del poder para beneficio personal.

El filósofo político Lord Acton señaló con agudeza: “El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Esta frase resalta cómo, al tener acceso a la toma de decisiones y recursos, las personas (incluso con las mejores intenciones) pueden caer en prácticas corruptas. Así, la corrupción no depende de la ideología política o de la clase social, sino de las circunstancias que rodean el ejercicio del poder y de  fallas en  sistemas o  de sectores , que lo deberían controlan.

El ser humano, como ser social y político, puede ser susceptible  a una combinación de factores personales, estructurales y culturales que determinen su conducta.

Es importante recordar que la lucha contra la corrupción no debe ser vista como un tema “de exclusividad” de un grupo político, sino como un desafío ético que comprende a todos los individuos y que debe trascender las ideologías.

El compromiso político es con  a la integridad y la honestidad.