Economía con vuelcos políticos en América del Sur
rochatotal,
Más de dos meses de protestas en Chile arrancaron la convocatoria a un referendo en abril, que abrirá el proceso para redactar una nueva Constitución y enterrar finalmente la vigente desde 1980, impuesta por la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1990). El caso de Chile y el estallido de las manifestaciones populares es uno de los casos sudamericanos que difícilmente se explica por el impacto de los bajos precios de las materias primas, ya que su economía es una de las más prosperas de la región.
Hechos económicos, y no peleas ideológicas, están determinando los vuelcos políticos que atolondran la humanidad, en especial en América del Sur, según esfuerzos por una explicación unificada de los variados procesos actuales.
Mientras la ola mundial de gobiernos identificados como populistas de derecha en el lenguaje político se atribuye a la crisis financiera de 2008, las protestas masivas y la caída de gobiernos en países sudamericanos se deben a los bajos precios de los productos primarios, según distintos investigadores.
La política en prácticamente todos los países del área es determinada por “factores que no están bajo control de los gobiernos”, porque son externos, según Daniela Campello y Cesar Zucco, profesores de la Fundación Getulio Vargas, un afamado centro de educación superior y de investigación, con escuelas en Río de Janeiro y São Paulo.
Tales factores, los precios de los productos mineros y agrícolas exportados por la región y la tasa de interés en Estados Unidos, componen lo que esos dos doctores en política denominaron índice de Buenos Tiempos Económicos (GET, en inglés).
Las tasas básicas fijadas por la Reserva Federal (FED) estadounidense son referenciales para muchas transacciones financieras en el mundo, y su violenta y desorbitada alza estuvo en el origen de la crisis de la deuda externa latinoamericana y la llamada década perdida de la región en los 80.
Por el contrario, tras el estallido en 2008 en Estados de la crisis financiera mundial, la FED y otros bancos centrales del Norte industrial respondieron bajando el costo del dinero a casi cero, así que ahora el gran problema para la región son los bajos precios de los productos básicos, determinantes en sus exportaciones.
La inestabilidad política de América del Sur sigue de hecho las variaciones del GET. Su alza regala éxitos en el gobierno, gran popularidad y la posibilidad de reelegirse o elegir su sucesor, no importa la orientación ideológica, aseguraron Campello y Zucco en un artículo de opinión publicado en el diario Folha de São Paulo el 11 de noviembre.
Es lo que pasó con los presidentes Álvaro Uribe (2002-2010), de derecha extrema, en Colombia, Hugo Chávez (1999-2013), izquierdista, en Venezuela, y Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), también de izquierda, en Brasil, beneficiados por el ciclo de altos precios de los productos básicos entre 2003 y 2011.
La caída de los precios desde entonces agravó la recesión económica en Brasil en 2015 y 2016, con bajas de 3,5 y 3,3 por ciento respectivamente en el producto bruto interno (PIB) y redujo fuertemente el crecimiento en otros países del subcontinente.
El consecuente descontento popular está en el origen de las “protestas y convulsiones” que estallaron en Ecuador, Chile, Bolivia y Colombia este año y de la baja popularidad de gobernantes en Argentina y Uruguay que sufrieron derrotas electorales también en este año.
Hace parte del mismo ciclo de bajo GET las protestas callejeras en 2013 en Brasil que desataron la erosión del poder de la expresidenta Dilma Rousseff (2011-2016), que condujo a su destitución en agosto de 2016.
En Venezuela, consideran los dos investigadoes, Chávez buscó perpetuarse en el poder, apoyado en el gran boom petrolero de la primera década del siglo. Pero a su muerte en 2013, su sucesor Nicolás Maduro se ha enfrentado a varias olas de protestas y a un conflicto institucional, en un contexto del hundimiento de los precios petroleros desde 2014, que acicateó el derrumbe de la economía local.
En un marco histórico más amplio, los dos investigadores sostienen ese determinismo económico de la política sudamericana con un gráfico apuntando ciclos de GET desfavorable, de bajos precios de productos básicos y altas tasas de interés estadounidenses en los años 80.
Esa “década perdida” hizo caer las dictaduras militares sudamericanas, que habían aprovechado un período negativo anterior, en los años 60, para instalarse en varios países de la región.
Es una cuestión de suerte estar en el poder durante la bonanza económica dictada por los factores externos. La fortuna o la desgracia de gobernar durante el ciclo adverso afecta igual a gobernantes de ideologías distintas, incluso opuestas.
La popularidad o la impopularidad es automática, no importa la calidad de la gestión, según los politólogos brasileños que tendrán su estudio publicado en el libro “The Volatility Curse” (La maldición de la volatilidad) en 2020 por la editorial de la británica Universidad de Cambridge.
La maldición se refiere a la vulnerabilidad de Sudamérica a las oscilaciones de los precios de productos primarios, porque concentran sus exportaciones, y a las tasas internacionales de interés, porque dependen de capitales externos.
Esa “fragilidad estructural”, común en los distintos países, produce las crisis políticas, aunque sus “gatillos” sean hechos específicos de la coyuntura local, en la evaluación de Campello y Zucco.
Bolivia parece una excepción, porque el expresidente Evo Morales, en el poder desde 2006 y quien renunció el 10 de noviembre forzado por una rebelión popular y el retiro del apoyo de los militares, mantenía una popularidad razonable, aunque en descenso, y la economía nacional crecía cerca de cuatro por ciento al año.
Es que la exportación de gas natural, importante fuente de ingresos, se hace por contratos de largo plazo, hecho que retardó la crisis, aclararon.
En términos mundiales, otros investigadores, como la brasileña Mónica De Bolle, del estadounidense Instituto Peterson de Economía Internacional, identifican la crisis de 2008, iniciada en Estados Unidos, como el punto de inflexión que frenó la globalización y reactivó el nacionalismo económico. En Base a IPS. Fotos La Vanguardia,