Primavera Amarga

Egipto, uno de los países a la vanguardia de lo que se denominó, bah, la OTAN denominó, “la primavera árabe” ha sido protagonista en estos días de dos hechos relacionados directamente con esa estación político-climática. Ha tenido elecciones democráticas, y la justicia ha condenado a su auto proclamado “padre espiritual”, Hosni Mubarak, a prisión perpetua. Ambas cosas podrían ser consideradas flores primaverales. Bueno. No tanto. Si bien el haber logrado llegar a elecciones es un gran avance, no lo es tanto el resultado. De los dos candidatos que irán a segunda vuelta, uno es un ex ministro de Mubarak, y el otro representa al partido de la Hermandad Musulmana. De éste último, todos los expertos aseguran que, en el caso de ganar, sería una teocracia, pero no extremista, tipo los talibanes. A pesar de que ya anunciaron que impondrían la ley de la Sharía como primer paso a implementar. Mala noticia para las mujeres egipcias, esas que salieron a la plaza Tahir a protestar contra Mubarak.

Y que dudo mucho podrán volver salir a protestar por nada. Mala noticia también para los hombres progresistas que acudieron al supuesto llamado espontáneo de un joven por Facebook, y que, según cuenta y contará la historia, derrocaron a un dictador con más de 40 años en el poder, simplemente con salir a protestar a una plaza. La Hermandad Musulmana no es muy progre que digamos. Si gana el ex ministro del ya condenado Mubarak, cosa muy probable, ya que es también el candidato de USA, la OTAN y, principalmente, de Israel, volverán a punto cero. Es decir, retrocederán en el casillero al punto de partida y tendrán que tirar los dados nuevamente. Solo que el ex ministro ya ha dicho que al primero que ponga un pie en la plaza y empiece a sacudir el vaso con los dados, lo sacarán arrastrado de los pelos, directo a la cárcel. Más de lo mismo, solo con otra cara. Y ni siquiera desconocida. Ahh, y si gana el de la Hermandad Musulmana, en poco tiempo el país será debidamente desestabilizado. O primaveratizado. Pobres egipcios que soñaron con un país libre.  Salieron a sembrar flores, las regaron con su sangre, pero ni siquiera podrán verlas crecer. Es cierto que al antiguo hombre fuerte, aliado de los gobiernos de Usa y de las otras grandes potencias durante 40 años, lo han declarado culpable por la represión ordenada sobre los manifestantes de la plaza Tahir que causó numerosas muertes, y lo han condenado a prisión perpetua. Acoto algo: curiosamente no lo enjuiciaron por los crímenes cometidos durante sus 40 años de gobierno. Pero, dentro de todo, lo condenaron por algo. Cosa que tampoco ha dejado contento a la mitad del pueblo egipcio, es decir, a los que votaron por la Hermandad Musulmana. Ellos querían que lo condenasen a muerte. Y que condenasen también a los hijos de Mubarak y a su entorno gubernamental. Bueno, salvo al que se presentó, y con éxito, a las elecciones presidenciales. Porque, de alguna forma, este ex ministro zafó de ser acusado con el resto de la pandilla. ¿Sacará de la galera un perdón presidencial para Mubarak, aduciendo razones humanitarias?  El escritor uruguayo Mario Benedetti, escribió una novela titulada “Primavera con una esquina rota.” Pues bien, lo acontecido en Egipto bien podría llamarse: “Primavera con toda la cuadra rota.” Lo que aconteció en Libia…¿Se acuerdan de Libia? Allí surgió otra primavera árabe. Enseguidita después de la egipcia. Solo que ahí los sembradores venían equipados con semillas, herbicidas, fertilizantes y pesticidas. De esos que se consiguen en Europa. Y en USA. Y como, a diferencia de Egipto, los militares libios no pactaron con la OTAN, la etapa de siembra fue mucho más cruenta. Nada de derrocar al hombre fuerte, el hasta ese momento, también aliado de las grandes potencias, y llevarlo a juicio. A Omar Gadafi había que callarlo para siempre. No fuera que se pusiese a hablar. La historia dirá que fue un éxito esta primavera sangrienta. Y lo fue, al menos para los países que fomentaron, equiparon y dirigieron la siembra. La cosecha, para ellos, fue un fabuloso botín de petróleo y agua potable. Que los libios se estén matando entre ellos, es cosa que no les importa. Primero los rebeldes democráticos vencedores, mataron a los seguidores de Omar. Sin juicio ni nada. Los reportes de fosas comunes llenas de cadáveres ejecutados sumariamente, no tienen demasiado eco en la prensa. Después de matar a los seguidores de Gadafi, los rebeldes han empezado a matarse entre ellos, para ver cual de las tribus, de las muchas que tiene el país, se queda con la sartén. El mango ya quedó claro que lo tendrán Francia, España, Gran Bretaña y Usa. Pero como Libia ya salió de los medios de comunicación, el mundo se olvidó, o más bien, nunca sabrá que, a pesar de los defectos de Omar, era uno de los países árabes más avanzados y modernizados de la región. Cuyo principal crimen fue decir:”El petróleo es mío y por lo tanto, el precio lo fijo yo. O lo fijaremos nosotros, los países árabes productores unidos, no Uds.” Libia ya fue. Ahora es Siria. Pero como los que impulsan este cambio de estaciones fuera de época, aprendieron con Libia, esta primavera siria está tardando en llegar. Empezó como un otoño y rápidamente se sumergió en un feroz invierno. Pero por más de un año, la pandilla libertadora se cuidó bien de hablar de rebeldes opositores. Solo se hablaba de represión unilateral del gobierno de Al-Assad, contra una población indefensa. Como la prensa internacional no podía entrar, no había problema. Pero de a poco la prensa…esa maldita prensa que va y se mete en todos lados provocando líos, como en el caso de los vati-leaks…ehh, me fui de continente. Vuelvo. Esa maldita y curiosa prensa, logró empezar a meterse de a ratitos dentro del territorio sirio. Y a comprobar que no solo existía una oposición armada, curiosamente con la misma clase de equipo bélico que tenían los rebeldes libios, sino que estaban cometiendo las mismas atrocidades contra los civiles, que las que cometen las tropas del gobierno. Así es pues, que en estos últimos días, ya se está hablando sin tapujos de combates entre ambas facciones. Y por supuesto se sigue hablando de muertos, muchos muertos, entre la población civil. Mujeres, viejos y niños. Muertos por quedar entre el fuego cruzado o los bombardeos, o ejecutados a corta distancia cuando estaban refugiados en sus casas. Los rebeldes acusan al gobierno. El gobierno acusa a los rebeldes. Probablemente, los dos estén diciendo la verdad. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sigue emitiendo resoluciones urgentes, condenando la violencia en el país y reclamando un alto al fuego. Admitiendo, indirectamente, que hay dos bandos en pugna. Pero, como dice el más ineficiente y wishi-washi de los Secretarios Generales de la ONU, el señor Ban-Ki- Moon, la organización mundial no tiene un plan B. Lo que traducido al idioma real, quiere decir que Usa y la OTAN aún no han decidido hacer “la gran Libia”. ¿Por qué? Porque todavía no están preparados para hacer “la gran Irán”. País que es el objetivo final de todas estas primaveras amargas, perdón, quise decir, árabes. Se están acercando. Están preparando el ambiente. Ya están hablando que si el conflicto sirio sigue su escalada, podría des-estabilizar toda la región. Que tal vez ya sería hora de intervenir militarmente. Con la aprobación de la ONU.  Por supuesto. Pero que quede claro que intervenir en Siria incluirá intervenir en Irán. Que no vendría mal, ya que todos sabemos que el gobierno de dicho país está desarrollando armamento nuclear. Y eso no se puede. Solo los países de la OTAN pueden hacerlo. Solo Usa puede hacerlo. Eeeh…y utilizarlo, no una, sino dos veces. Y contra una población civil indefensa. (¿Se acuerdan? La primera bomba nuclear fue tirada sobre Hiroshima para enviarle un mensaje claro al emperador japonés…algo así como “dejate de jorobar o te borramos literalmente del mapa mundial.” La segunda, la de Nagasaki, fue simplemente una prueba científica. Para corroborar los efectos de la primera.) Otra vez me fui de continente. Vuelvo. Para esperar y ver cuando Vivaldi va a decidir ejecutar la primavera  en Siria y en Irán.

Lilly Morgan Vilaró     

                                        

Lilly Morgan, autora de :Ay mama!, tenés cáncer, nació en 1948 en Argentina. Fue vendedora, azafata, moza, periodista de radio, televisión y gráfica, fotógrafa profesional, corresponsal extranjera, periodista de la ONU, Oficial de Información del Instituto de las Naciones Unidas para el Desarrollo de la Mujer (INSTRAW), Vocera de Prensa de la Asociación Argentina de Aeronavegantes, Vocera de Prensa de la Secretaría de Medio Ambiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Vocera de Prensa de la reserva Ecológica Costanera Sur, colaboradora free lance de la BBC de Londres. Actualmente Morgan está radicada en una chacra en Rocha.

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