Uruguay, un cambio radical en la pandemia

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Por Esteban Valenti

Para quedar bien, no arriesgarse, no levantar olas de focas diversas, lo mejor es callarse. No es lo mío. Cuando tuve que decir que el gobierno había actuado muy bien, lo dije, incluso reconociendo que me había equivocado al reclamar medidas más duras al inicio de la pandemia, hoy no es tiempo de callarse.

Reconozco, no tengo todos los elementos de juicio y confío plenamente en el GACH, el grupo asesor científico, por un solo motivo: han demostrado inteligencia, conocimiento y estudio de las variantes, de otras experiencias y de haber aprendido a lo largo de esta maldita pandemia. Pero, así como lo científico tiene un papel fundamental, no por eso la política desaparece. Esa sería una lavada de manos, desde el oficialismo y desde los que no somos oficialistas.

Lo que es notorio y comprobable por cualquiera que siga los datos oficiales, que son oportunos e impecables en su precisión, la situación ha cambiado y ha cambiado mucho, desde los felices días del inicio de la pandemia, y desde poco más de un mes. Cambiaron el nivel diario de contagios, que desde hace días supera los 300 casos, la cantidad de muertos que sin llegar todavía a un nivel alarmante, aumentó y más que se duplicó en poco más de un mes, aumentaron los enfermos en el CTI que ya superan los 40 y sobre todo aumentó la concentración en Montevideo, que ya está en zona roja y que no se debe a la proximidad con la frontera y, cambió la tendencia general. Ya no nos proponemos reconquistar la pasada tranquilidad sino evitar el desbarranque.

Las causas las analizarán los especialistas, que son muchos y con variadas interpretaciones, pero es notorio que en la capital, que es lo que yo puedo ver y comprobar, le perdimos totalmente el miedo a la pandemia. Comparando con el primer mes, si se recorre Montevideo es difícil encontrar diferencias con un día normal de antes de la pandemia y lo que sucede actualmente es eso. Sí hay una diferencia, la cantidad de fiestas clandestinas.

Hay una cantidad de gente que proclama a los cuatro vientos, que utilizar el miedo es malo, es pésimo y otros que ya pasan a la categoría de idiotas, sean médicos, abogados o chantas que sigue proclamando que la pandemia no existe, es un invento de los poderes ocultos del planeta. Bueno, con otras palabras lo dijeron Donald Trump y debe ser lo mejor que produjo el covid-19, lo echaron las urnas enojadas, si no, teníamos Trump por otros 4 años. Lo dijeron Jair Bolsonaro y Boris Jonson, a esos desgraciadamente no los echó ni el covid. Hay más de 71 millones de contagiados y los muertos superan 1.700.000. Y la segunda o la tercera ola están causando estragos en Europa, en Estados Unidos y también en América en su conjunto.

Ya se están aplicando vacunas, que en laboratorio y en las diversas fases de estudio y prueba han demostrado altos niveles de confiabilidad, en la mayoría de los casos con costos muy altos y costos más elevados si se considera la logística y la conservación. Hay variantes en las vacunas rusa y china. La vacuna para los países periféricos por diversos motivos demorará en ser masiva de cuatro a ocho meses. Pero ha tenido un efecto inmediato, disminuir el miedo y aumentar la osadía y la irresponsabilidad.

Hay muchas dudas, interrogantes, pero lo que es seguro es el tremendo daño que la pandemia ha producido en las economías de todo el mundo. No se pueden todavía hacer balances definitivos porque esto recién comienza a terminar y nadie se atreve a hacer balances a medio plazo.

En Uruguay, los buenos resultados en el combate a la pandemia, permitieron abrir una serie de actividades económicas, sociales, educativas, deportivas y culturales en tiempos mucho más breves que otros países. Ahora estamos en una nueva situación.

Esperar al 18 de diciembre, fecha que puso el gobierno para hacer el balance parece demasiado optimista. Faltan 4 días y seguimos por la misma ruta del agravamiento y creo que no se arregla con pequeñas pinceladas. Es más, el problema más grave es que hasta hace poco, corríamos el virus desde adelante y ahora lo corremos claramente desde atrás. Y eso no lo puede negar nadie.

Arriesgo un pronóstico, con la mayor esperanza de equivocarme: en 4 días no cambiará nada, a lo sumo empeorará y no se puede emperrarse que hay que respetar ciertos plazos porque han sido establecidos. Es obligatorio volver a asumir la iniciativa, en serio, a fondo, aunque eso afecte algunas actividades, dentro de 4 días y ni que hablar en un mes con las fiestas y con el verano, todo será mucho peor. Experiencias sobran en el mundo.

La respuesta, que dan algunos de que en países donde se aplicó la cuarentena obligatoria la pandemia pegó muy fuerte, no es de recibo, con ese criterio, la insistencia en el uso de la mascarilla, el lavado de manos y la distancia social, tampoco tiene gran valor.

Comencemos por lo básico. Si la mascarilla es nuestra vacuna ¿por qué no se impone la obligatoriedad EN SERIO, con multas saladas del uso de la mascarilla en todos lados fuera del domicilio? Si la libertad responsable se agotó, y tenemos más de 2000 casos activos en Montevideo, y una situación similar proporcionalmente en Rivera y el Chuy ¿no cabe adoptar medidas extraordinarias AHORA al menos en esos lugares?

No se puede imponer un clima de atención y de responsabilidad, cuando se permite una actividad de mil quinientas personas en un estadio cerrado, donde todos posan para la foto sin mascarilla y a 10 centímetros de distancia. No es solo un problema de contagio, que también lo es, es el mensaje de relajo. ¿Tanta fuerza tienen los canales de TV?

Si el problema principal son los contactos, que pasaron desde el principio de la pandemia de 5 a 25 (me incluyo) ¿no habrá que pensar en medidas restrictivas en serio, que si se hubieran adoptado hace 15 días hubieran podido evitar que llegáramos a la situación actual? La oportunidad de las medidas es fundamental, lo aprendimos.

Estoy totalmente de acuerdo que hay que evitar el aprovechamiento político, aunque hablemos claro, los políticos estamos obligados, desde el poder o desde el llano, a pensar todo en clave de política y no es ningún pecado. Lo vemos todo el tiempo, bien hecho o a lo bruto.

Las miserias políticas en estas circunstancias repugnan, y el que se pasa se pasa, pero los políticos pueden y deben hablar, actuar, opinar y si es necesario criticar. Lo que es también cierto es que tenemos que aunar esfuerzos, y hasta ahora la reacción del mundo político uruguayo, de la academia, de los sindicatos y fuerzas sociales, de la sociedad civil, de la mayoría de las iglesias y no de las sectas ha sido de colaboración con el gobierno y de compromiso con la lucha contra el covid.

No alcanza con apelar a la singularidad del Uruguay, para darle cierta épica a la lucha contra la pandemia, eso ya fue superado. Algunos además lo interpretaron como una excepcionalidad frente al virus, y eso es mentira. Los hechos lo están demostrando AHORA.

Es cierto y es justo reconocerlo que las autoridades gubernamentales de la salud, el ministro y el ministerio, ASSE, y a nivel departamental han demostrado mucho empeño e inteligencia en la batalla,  lo mismo que los médicos y el personal de la salud (allí están las cifras de contagiados para confirmarlo), como es justo decir que al Uruguay lo atacó el covid 19 con un sistema integrado de salud, que fue fundamental, en la coordinación y confluencia del sector público y privado y que tener 5.2 médicos por cada mil habitantes, es un absoluto privilegio en cualquier país del mundo.

Es correcto regular las medidas con su impacto en lo económico, social, laboral, educativo, pero la primera perilla es la SALUD no por razones de humanidad, sino porque además si se descontrola nos hundirá en todas las demás actividades y en las últimas semanas la venimos corriendo de atrás.

No estamos haciendo un concurso de virtudes o de defectos, estamos enfrentando una peste que se mueve aprovechando las menores debilidades y defectos, de las autoridades y de las sociedades. Y nosotros estamos presentando un flanco de afloje general que nos está costando caro y que nos puede costar mucho más caro.

No tengo un recetario de medidas, ni pretendo tenerlo, pero sí tengo claro que hay que hacer más rápido y con más energía más cosas y hay que hacerlas cumplir con todo el peso del Estado. Si el 18 de diciembre ya es demasiado tarde, imaginemos después…