Más claro, échale IRPF

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Hace no mucho tiempo atrás, cuando Tabaré Vázquez ganó –por segunda vez– la presidencia con la bandera del “no aumento de impuestos”, su ministro de Economía, Danilo Astori, anunció a los pocos días de asumido ese gobierno que, en realidad, se realizaría una “consolidación fiscal”, un eufemismo bajo el cual se realizó un “impuestazo” vía IRPF. Hoy, el Frente Amplio recurre una vez más al mismo truco, solo que esta vez Gabriel Oddone, el hombre elegido por Yamandú Orsi para manejar la economía, ha optado por otro término, bajo el cual es claro se prepara un nuevo aumento de impuestos: “cambios tributarios”.

En política, pocas cosas despiertan más suspicacias que las promesas fiscales durante una campaña electoral. Uruguay tiene experiencia en este tipo de decepciones, y al parecer, la historia vuelve a repetirse. El libreto es el mismo, pero interpretado por otros actores. En campaña, Yamandú Orsi prometió —con esa voz pausada que usa para parecer moderado— que no se tocarían los impuestos. Pero, fiel al estilo frentista, le colocó un asterisco que ya nadie ignora: “si el contexto lo permite”. Oddone, más frontal, se encargó de advertir que tales compromisos eran una frivolidad, que la presión fiscal podría mantenerse igual… mientras se reacomoda la estructura tributaria. ¿Cómo? Cambiando el nombre del impuesto, inventando uno nuevo o disfrazando el aumento como un “ajuste técnico”.

Según afirmó Oddone, en el marco de una reciente conferencia de prensa para anunciar un acuerdo con el consorcio Vía Central, “no hay espacio para aumentar impuestos”, aunque inmediatamente después aclaró que esto no excluye la posibilidad de recurrir a “cambios tributarios”. ¿Qué significa exactamente esto? Muy sencillo: que el bolsillo del ciudadano seguirá sufriendo, pero el gobierno se lavará las manos diciendo que no aumentó la carga impositiva sino que simplemente la “redefinió”.

Porque si algo ha quedado claro en los últimos años es que cuando el Frente Amplio dice que “paguen más los que tienen más”, los que terminan pagando son los mismos de siempre: el asalariado, el pequeño comerciante, el profesional independiente que apenas llega a fin de mes. El “gran capital”, que corean furiosos en sus bulliciosas tribunas, somos todos… El contribuyente común, ese que no tiene una offshore ni puede amortizar nada, ese es el que soporta cada “reestructura tributaria” que inventa el frentismo con su inagotable creatividad fiscal.

A todo esto, se suma otro elemento que no debe pasarse por alto: el gasto. Porque mientras se habla de “restricción fiscal” y de la necesidad de “revisar la estructura tributaria”, lo que no se menciona es el festival de compromisos que el Frente Amplio ya ha comenzado a desplegar. Basta con ver la inexplicable compra de un campo de 4.000 hectáreas en honor a Mujica. En honor a la austeridad, pagaron 32,5 millones de dólares. ¿Y de dónde sale el dinero? Oddone no lo dice. Solo sugiere, con sutileza burocrática, que los “cambios tributarios” lo resolverán. Es decir, usted lo resolverá, desde su recibo de sueldo, desde su monotributo, desde su caja.

La ambigüedad deliberada con la que el nuevo gobierno comienza a plantear estos temas no hace más que confirmar lo que ya sabíamos y aquí advertimos: el Frente Amplio no tiene un rumbo económico claro. Tiene, sí, un equipo dividido, un ministro que habla de ajustes mientras lo niega, un presidente que promete sin convicción, y un programa que anticipa más presión fiscal, más intervención y más burocracia.

Mientras tanto, en la trastienda política, se cocina el regreso del “Estado elefante”, donde cada necesidad se resuelve con un impuesto nuevo y cada obstáculo presupuestal se supera metiendo mano al bolsillo de la gente. Es el modelo de siempre, el que busca alimentar estructuras mastodónticas en vez de adelgazar el gasto y optimizar la gestión. Porque si de verdad el problema es fiscal, ¿por qué no continuar la senda trazada, revisar el tamaño del Estado, el volumen de la burocracia, el derroche en empresas públicas?

La trampa es vieja y está servida: prometen una cosa, hacen otra, y luego culpan al contexto. La “consolidación fiscal” se disfraza de “reforma progresiva”. El “ajuste” se maquilla como “redistribución”. Y el aumento de impuestos se transforma en “cambio tributario”.

Que no nos tomen por tontos. Oddone puede usar los tecnicismos que quiera, pero los uruguayos ya aprendimos que, en boca del Frente Amplio, toda promesa de no aumentar impuestos tiene letra chica. Y que cada “cambio tributario” termina con un Estado más gordo y una sociedad más asfixiada.

El impuestazo está en camino. Solo falta que tengan el coraje de decirlo sin rodeos.

Más claro, échale IRPF.

Correo de los Viernes