VENEZUELA Y LA IZQUIERDA DEMOCRATICA
La situación ocurrida en Venezuela en los últimos días lleva a realizar una profunda reflexión…
La situación ocurrida en Venezuela en los últimos días lleva a realizar una profunda reflexión sobre las convicciones democráticas de las diferentes corrientes de la izquierda.
Nadie duda que Hugo Chávez ganó las elecciones en buena ley y que obtuvo el apoyo de la mayoría de los venezolanos. Sin embargo, la situación de salud de Chávez ha determinado una situación de vacancia temporal, en la medida que está fuera del país e inhabilitado para el ejercicio del mando presidencial.
Sin embargo, en el régimen venezolano se pasa por encima de las previsiones constitucionales y, fundado en que se trata de una reelección, se asume que el Presidente electo continúa en su cargo porque ya lo estaba con anterioridad.
No hay duda de que la interpretación constitucional que ha hecho el chavismo, aprovechando su posición mayoritaria, es a todas luces incorrecta y, por lo tanto, estamos en presencia de una crisis institucional.
En ese contexto, el Presidente Mujica decidió ir a Caracas para legitimar con su presencia una situación irregular. Solo estuvieron presentes dos mandatarios más, Evo Morales y Daniel Ortega (obviamente); pero Mujica no se limitó a estar presente, sino que hizo uso de la palabra en un acto de masas que era evidentemente un acto partidario, en la medida que no se había producido un acto de cambio de mando ni de toma de posesión.
Pero más allá del caso concreto, el tema de fondo es que en América Latina, desde hace ya más de una década, coexisten al menos dos tipos de concepciones políticas entre los gobiernos que se autodenominan de izquierda.
Por un lado están los llamados “socialismos del siglo XXI” entre los que se ubican con claridad los gobiernos actuales de Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador y, cada vez más, Argentina, que reconocen y defienden la dictadura cubana “a capa y espada” y desarrollan en sus respectivos países gestiones de gobierno con crecientes limitaciones a las libertades civiles y los derechos de los partidos de la oposición, así como afectan el ejercicio de la independencia de los medios de comunicación y ejercen presión sobre la justicia. Se trata de propuestas populistas con tendencias excluyentes que afectan el efectivo funcionamiento del Estado de Derecho.
Por otro lado, están las propuestas que han gobernado hasta hace poco tiempo en Chile y continúan haciéndolo en Brasil. Estos actores son portadores de una concepción firmemente democrática, que dan garantías para el ejercicio del Estado de Derecho, sin limitaciones a los medios de comunicación ni a los partidos de oposición y que no presionan sobre el accionar de la justicia.
Tenemos la esperanza de que el gobierno de nuestro país se mantenga en este segundo grupo de países y supere ciertas concepciones (minoritarias) que conviven dentro del partido de gobierno.
Lamentablemente, en los últimos meses, la política exterior de nuestro país ha derivado a una lógica de “buenos y malos”, dejando de lado el apego a los principios del derecho internacional. En efecto, nuestro gobierno ha decidido abandonar el principio de no intervención y, además, utilizar una vara de diferente medida para evaluar las situaciones de otros países de la región; así cuestionó lo que ocurrió en Paraguay acusando al Parlamento de ese país de un quiebre institucional y ahora defiende al gobierno venezolano, aunque quiebre las reglas institucionales.
El criterio es el de justificar hasta lo indefendible cuando se trata de gobiernos a los que el Presidente y su sector considera amigos y cuestionar y condenar a aquellos que no considera políticamente cercanos, con independencia de los principios generales del derecho internacional.
Pero, además, lo que no entendemos es que no haya en todo el Frente Amplio, ningún sector capaz de decir estas cosas y marcar con claridad las diferencias entre las concepciones de izquierda democrática y las de un populismo que no respeta los límites del Estado de Derecho.
Resulta sorprendente que ninguno de los sectores del Frente Amplio que pertenecen a un paradigma democrático sea capaz de señalar esta diferencia esencial que separa a los gobiernos latinoamericanos de izquierda que creen en la democracia de los que no lo hacen.
Ahora callan ante la crisis institucional venezolana y observan en silencio cómo el Presidente de nuestro país avala con su presencia y su discurso, una situación crítica. Como también han callado siempre ante la anciana dictadura cubana.
Cuestionar la situación cubana, marcar distancias claras y nítidas con el chavismo y sus gobiernos sucedáneos no significa ser de derecha. Por el contrario, la reivindicación de una izquierda democrática requiere, en forma imprescindible, para ser auténticos con nuestro compromiso democrático, el cuestionamiento y la crítica hacia los gobiernos de la izquierda populista de la región.
No aceptamos la acusación de los que dicen que criticar a los gobiernos del socialismo del Siglo XXI es ser conservador o de derecha. Más bien, al contrario, reclamamos a los sectores democráticos del Frente Amplio que actúen con coherencia y estén dispuestos a marcar las distancias necesarias con estas expresiones de la izquierda populista latinoamericana.
En la izquierda como en la derecha, hay sectores democráticos y sectores que no lo son, no distinguir esta situación es de una miopía política que, por otra parte, solo parece existir en nuestro país.