Ajedrez mortal
Preocupado por el avance de USA y sus aliados europeos sobre territorios que antes pertenecían o eran afines a la Unión Soviética, pero más aún por la participación cada vez más activa de China en el tablero internacional, el presidente de la económicamente renacida Rusia, Vladimir Putin, decidió que ya era hora de volver al ruedo y mostrar que el oso había salido de su larga hibernación.
La gota que colmó el vaso de vodka, fue la agresiva movida de Barack Obama sobre Siria, con claras intenciones de propagar su sangrienta primavera árabe hasta Irán.
Putin había visto con bastante desagrado lo sucedido en Egipto y ni que hablar de su disgusto con lo ocurrido en Libia. No porque le tuviese demasiada simpatía a Hosni Mubarak , viejo títere aliado de USA, ni tampoco a Omar Kadafi, quien representaba una amenaza a los intereses de las grandes potencias con su loca idea de armar una liga petrolera entre los países árabes y poder así fijar ellos el precio del crudo.
Pero como ex agente de la KGB, Putin sospechaba con absoluta seguridad, que la primavera made in USA, no terminaría ni Egipto ni en Libia.
Y que si avanzaban contra Siria e Irán, él se quedaría sin petróleo.
Se sentó pues frente a su tablero de ajedrez y espero con paciencia que el gobierno de Obama cometiese algún error en su ofensiva contra Siria.
Con todo listo para una invasión directa a Siria por parte de USA y sus aliados de la OTAN, el flamante Secretario de Estado norteamericano, John Kerry, dijo ante la prensa internacional, que lo único que podría detener la intervención militar para derrocar a Al Assad, sería que este permitiese que los inspectores de la ONU entrasen al país y destruyeran las armas químicas del gobierno.
Atento ante el tablero, Putin movió su ficha. Y dijo que él se ofrecía como voluntario para mediar en el asunto y conseguir que Al Assad permitiese la entrada de la ONU. Y ante la sorpresa de muchos, China apoyó la iniciativa.
USA no tuvo más remedio que aceptar la oferta, aunque sea solo para quedar como que ellos realmente no querían intervenir y derramar más sangre en Siria.
Como si ya lo hubiesen ensayado antes, Al Assad y Putin se sentaron a tomar un café y diez minutos más tarde, el ruso le decía a la prensa y a Obama que lo miraba por TV, que Siria recibiría con los brazos abiertos a los inspectores de la ONU.
Resumiendo: las pocas armas químicas que se encontraron, tanto en depósitos gubernamentales como en los de los grupos rebeldes, fueron decomisadas.
Obama tuvo que mirar sin decir ni mu, como Putin movía su ficha y le desplazaba un alfil.
El presidente norteamericano se batió en una retirada absolutamente temporal. Se reunió con su gabinete en el bunker que tiene el en sótano de la Casa Blanca y preparó el contra ataque.
Dobló la apuesta y avanzó con sus peones contra el gobierno pro ruso de Ucrania. Es decir, le armó una primavera en las propias narices de Putin.
Vladimir ni siquiera pestañó.
Movió sus fichas y llamó a los ciudadanos de Crimea, en su mayoría rusos u de origen ruso, para decirles que la madre patria los recibiría con los brazos abiertos. Los crimeanos (si, lo acabo de inventar…) se remangaron los pantalones y las polleras y salieron corriendo en patota a reunirse con mamá osa.
Furioso, Obama amenazó con sanciones económicas contra Rusia e instó a sus aliados europeos a hacer lo mismo.
Los aliados europeos, sobretodo el Reino Unido y Francia, no se mostraron tan entusiasmados con la idea. Ya que Europa depende del petróleo y el gas que vienen desde Rusia y pasan por Ucrania para llegar al resto de la región.
Obama insistió y además proveyó de armas y equipos a los ucranianos que quieren seguir siendo ucranianos, sobretodo si se les está pagando un muy buen sueldo para ser tan leales a la patria.
Putin movió otra ficha. Se juntó con los chinos y acordaron que el petróleo que no vendería a Europa, se lo vendería a China.
A todo esto el conflicto en Ucrania ya empezaba a cobrarse vidas. De los peones del tablero, por supuesto. Que los reyes y reinas dirigen todo desde sus confortables oficinas, sin arriesgar un pelo.
Pero, como dijo un sindicalista argentino, si para lograr un objetivo, tiene que haber uno, dos o tres muertos, pues los va haber!
Obama pues, decidió que si tenía que haber uno, dos o tres muertos, nada costaba agregar unos 40 más. Y así los combatientes pro Ucrania, quemaron vivos a 40 rebeldes pro rusos que habían tomado una oficina gubernamental.
Vladimir por su parte, se despachó con otra jugada. Dijo que apoyaba las intenciones de los ciudadanos ucranianos de las regiones del este del país, de realizar un referéndum para decidir si querían seguir siendo parte de Ucrania o ser independientes. Luego dio un paso atrás en el tablero y les pidió que pospusieran dicho referéndum. Para no enkilombar más la cosa. ¿Viste?
Pero al mismo tiempo permitió que ucranianos viviendo en Rusia armasen mesas y urnas y procedieran a votar por el sí o por el no.
Tanto en Ucrania del este, como dentro de Rusia, el si por la independencia arrasó en las urnas.
Habrá que ver cual será la movida de USA tras este resultado.
La macana es que mientras Vladimir Zar-Putin y Barack Hayapaz-Obama mueven sus piezas en este partido de ajedrez mortal, los que siguen muriendo son los peones y alguno que otro alfil.
Lo ideal sería que Vladimir y Barack se subiesen a un cuadrilátero y arreglaran el asunto a las trompadas. O se batiesen a duelo y ambos resultasen ganadores del mismo.
Pero eso, lamentablemente, no solucionaría el problema, ya que todos los reyes y reinas tienen príncipes o princesas herederos.
“El mundo es y será una porquería…”. Ya lo sabemos.
Lilly Morgan Vilaró