El tiempo de la nostalgia
rochatotal//
Por Esteban Valenti
Una de las campañas publicitarias más intensas, con más voceros oficiales, privados, médicos y de los más variados orígenes la vivimos, la sufrimos previa al 24 de agosto para evitar que se realizaran fiestas, bailes y actividades diversas conmemorando la Noche de la Nostalgia.
Hace más de 40 años que los uruguayos inventamos un motivo para expresarnos en uno de nuestros rasgos más gritones, sonoros y festivos, la nostalgia de la nostalgia. No hay otro país en el Planeta Tierra que se conmemore esta “Noche”.
En los anuncios, entre implorantes, amenazadores, imperiosos figuraban las imágenes y las cifras de la cantidad de efectivos policiales, bomberos, inspectores de tránsito y diversos funcionarios que harían cumplir las prohibiciones de no organizar ningún tipo de aglomeraciones de más de 10 personas. Dentro de un par de semanas sabremos cuales fueron los resultados, cuando aparezcan los resultados de los hisopados.
No voy a gastar un solo renglón para opinar sobre este esfuerzo institucional y publicitario gigantesco para evitar una actividad que según dicen los conocedores es la que convoca más gente en todo el país a lo largo de todo el año.
No hace falta ser un estadístico para recurrir a la memoria y confirmar que muchos miles y miles de personas de casi todas las edades se dan cita la noche del 24 de Agosto. Es incuestionable. ¿Por qué suceden estas aglomeraciones?
¿Los uruguayos somos muy fiesteros? ¿Estamos siempre prontos a convocarnos ante la primera oportunidad para dar rienda suelta a nuestra pasión por el baile, por las libaciones a lo largo de toda la noche y otras licencias varias? No es tan simple, en general los orientales nos acusamos con frecuencia de ser aburridos y tristones y nostálgicos en el sentido tristón del concepto.
Sin embargo tenemos algunos antecedentes que deben considerarse. El teatro Solis comenzó a planificarse en 1840 y se terminó en 1856, siendo entre los primeros de todo el continente. El Teatro Colón se inauguró en 1908 (52 años después…) el Teatro Nacional de Chile fue inaugurado en 1941, el Teatro Municipal de Río de Janeiro (cuando esta era la capital del Brasil se construyó entre 1905 y 1909, y el de San Pablo fue inaugurado en setiembre del 1911. El Gran Teatro Nacional de México fue construido en 1844 y demolido en 1901. Como puede apreciarse en una pequeña ciudad de América del sur hace 154 años sus pocos pobladores construyeron un teatro para 1500 espectadores diseñado por el arquitecto Carlo Zucchi. Tenemos antecedentes e incluso razones para ser nostálgicos.
El carnaval uruguayo es considerado como el más largo de todo el mundo. No hay que demostrarlo, hay carnavales muy famosos, como el de Río de Janeiro, el de Venecia, el de San Salvador de Bahía, y otros. Pero el más largo es sin duda el uruguayo, que ahora además abarca muchas ciudades y pueblos de todo el país. Proporcionalmente al número de sus habitantes es por lejos el que tiene la mayor cantidad de participantes en las diferentes categorías y es el espectáculo que reúne más espectadores. ¡Más que el futbol!
Y seguiríamos de todas maneras en la concatenación de circunstancias, pero no es solo eso. El 24 de agosto no son solo miles de fiestas de todo tipo, comerciales y privadas pero hay otro elemento que define la jornada: la nostalgia.
Y es absolutamente demostrable que los uruguayos somos en todo el continente el país que tiene más razones para ser nostálgicos. No solo nos reunimos para festejar, para divertirnos, para comer y beber y escuchar música de otros tiempos, sino para rememorar tiempos mejores. Tiempos peores nadie quiere recordarlos.
Uruguay, este país de menos de 3.500.000 habitantes construyó ladrillo a ladrillo, plancha de mármol y granito, piedra sobre piedra y con todo tipo de materiales su memoria nostálgica. Pero no solo fueron obras arquitectónicas, palacios legislativos nacionales y departamentales, hospitales, ramblas, puentes, represas, museos, monumentos, universidades, colegios, teatros e iglesias, (ninguna espectacular).También somos una tierra de músicos, escritores, arquitectos, pintores y escultores. Tenemos muchos motivos para ser nostálgicos, por ello poco después le agregamos las jornadas del patrimonio. Y somos muchos miles los que visitamos nuestro patrimonio en esos días.
En este tiempo de peste, de repliegue ante el peligro del contagio, de soledades y de cuarentenas más o menos largas y de mirar todos los días fronteras afuera y ver tanta tragedia y cifras asfixiantes del coronavirus, aunque no hayamos podido festejar como años anteriores, recordemos, recordemos que esos espacios de convivencia debemos recuperarlos, conquistarlos. Son nuestra vida, nuestra identidad y nuestro sentir nacional. La inmensa mayoría lo pasamos en casa, con una nueva nostalgia, la de la más absoluta libertad de reconquistar el espacio y el sentido festivo y bullicioso de la vida.