El vendaval de los sueños rotos
rochatotal//
Por Esteban Valenti
El mundo entero vive pendiente de las estadísticas que registran con la mayor precisión posible la cantidad de contagiados por covid 19, de muertos por el virus, de internados en los CTI y otras variantes. Lo que nadie puede registrar es la cantidad de sueños que este vendaval de peste se ha llevado y se está llevando.
Sueños concretos, tangibles o proyectos, que en el fondo son los mismo mecanismos que los humanos hemos creado para cumplir los objetivos básicos de nuestras vidas, poner un plato en la mesa de nuestras familias, satisfacer las necesidades elementales o incluso las otras y seguir adelante. Proyectos, empresas, empleos que se han hecho humo.
De la gigantesca pirámide social que forman las sociedades en el mundo, solo una mínima cúpula no solo no se le esfumaron los sueños, sino que se han hecho obscenamente más auspiciosos, más gordos y rozagantes.
El senador Chris Murphy el pasado 29 de diciembre, dijo que los 600 norteamericanos más ricos de su país, habían ganado con la pandemia un billón de dólares (un millón de millones) https://www.uypress.net/Internacionales/Senador-democrata-Chris-Murphy-acusa-a-los-52-senadores-republicanos-de-obstaculizar-plan-de-emergencia-en-pandemia-uc109966
El vendaval para millones de familias en todo el mundo, incluso para los que creyeron en el “sueño americano” se encontraron en la calle, sin ahorros, sin poder pagar sus cuentas, sus alquileres, sus gastos básicos. Y millones de empresas pequeñas, medianas y alguna algo más grandes se fundieron, se las devoró el virus.
Yo sé que es mejor olvidarse de estas cosas, de concentrarse en los propios problemas, que son muchos, que asomarse a esta realidad que no aparece en las estadísticas oficiales y de las otras, más que como un apéndice perdido. Pero la ventana de estas tragedias está abierta para todos, solo unos pocos están a salvo.
Los sueños tienen forma de cuotas hipotecarias, de tarjetas de crédito, de alquileres, de pequeñas e importantes cosas que se le han venido arriba a esas millones de familias, en todos lados incluso en los Estados Unidos, en Europa, imaginen en los países más pobres. Incluso en el nuestro.
¿Para qué sirve recordar estas cosas, si supuestamente solo podemos hacer algo de caridad? En primer lugar para mostrar un poco de piedad, de humanidad, de sensibilidad con nuestros semejantes y en segundo lugar para pensar, si pensar que no podemos aceptar un mundo tan injusto, tan desproporcionado, donde la desgracia de miles de millones es la contracara de billonarios que disponen de riquezas para 10 de sus propias generaciones, sin trabajar, sin tener otro sueño que seguir acumulando sin límites.
Este no puede ser solo un pensamiento de izquierda, el discurso del senador demócrata de Connecticut, no es de un marxista, de un peligroso izquierdista, es simplemente de alguien con un mínimo de sensibilidad que le reclama a los 52 senadores que tenían los republicanos hasta hace pocos días, que voten los recursos para darles un cheque de 2.000 dólares a todas esas familias desesperadas. Y los llama “los halcones del déficit”. Que acierto.
Los millonarios, los multimillonarios es una especie que está destinada a perpetuarse, es el carozo de la religión del mercado. Sin ellos y su insaciable necesidad de seguir enriqueciéndose, la máquina, el mercado no funciona. Los halcones del sistema lo tienen claro, no es por maldad, es por sistema, es porque los seres humanos, inclusive los que nos rebelamos contra la injusticia no hemos encontrado los mecanismos para que el lubricante fundamental de esta máquina que ha quedado al desnudo como nunca y violentamente durante la pandemia, no sea la ambición, desmedida, el dinero que requiere de más dinero, la riqueza que se nutre de más y más riqueza y el mensaje distribuido por todo el orbe que todos debemos sumarnos a esa religión y que algunos llegarán, otros estarán cerca y la inmensa mayoría tendrá sueños imposibles, o peor aún, ni siquiera tendrá sueños, se resignará a sus miserias.
Estoy viendo una serie policial de la India, “Crimen en Delhi” donde lo terrible no solo el salvajismo de los criminales, sino la miseria sin límites ni para nuestra más frondosa imaginación. Y todavía no pasó la pandemia.
¿China habría podido sacar de la pobreza, de la miseria a cientos de millones de seres humanos, en un plazo absolutamente record en la historia, sin una economía que tiene a su vez a cientos y miles de millonarios? Y todo bajo la bandera de la hoz y el martillo.
¿Los multimillonarios en China o en Viet Nam, son una desgracia, parte inexorable del sistema al que debemos resignarnos o alegrarnos o una consecuencia inevitable de la condición humana?
¿Lo sueños, los más de un millón y medio de mayores de 60 años que se llevó la peste son un ajuste impuesto por la naturaleza, por la ferocidad de la demografía o la demostración de una decadencia acelerada de nuestra civilización? ¿Fue solo un virus o las consecuencias de un virus en sociedades enfermas?
Casi todo nuestro horizonte está ocupado en estos momentos por las cifras diarias del vendaval de la pandemia y del comportamiento de los que cumplen, de los que luchan en las primeras líneas, de los que les importa todo un bledo y se aglomeran a gusto, de los que reclaman que las vacunas lleguen rápido, más rápido. ¿Para qué ocuparnos de otras cosas?