Ni un día de tregua

rochatotal.

Ni paz, ni tregua para el nuevo gobierno. La sinuosidad y el reclamo mezquino al grito parecen configurar el estilo de una oposición frustrada, que no digiere el adverso pronunciamiento de las urnas. Es una pena, pero no amilanará al gobierno, que seguirá dedicado a cumplir con su deber.

El gobierno se instaló el 1º de marzo, hace sólo 27 días. Recibió el Estado con 2.800 millones de dólares de déficit presupuestal y la seguridad social totalmente desequilibrada. Dejó el gobierno anterior 400 asesinados y 30 mil rapiñas al año como testimonio de la magnitud del desastre en el orden público. Legó también una educación en crisis, con la mitad de los adolescentes que no terminan secundaria y el 20% más pobre que no llega al mínimo de comprensión lectora y rudimentos aritméticos en un porcentaje tan grande que los transforma en analfabetos funcionales.

Todo indicaría que, hasta por prudencia, los voceros del Frente Amplio, dejarían al gobierno actuar los primeros tiempos sin mayores debates, hasta que éstos se fueron naturalmente produciendo.

Todo cambió, sin embargo, cuando se produjo la crisis pandémica. De entrada prometieron actuar con espíritu patriótico. Parecía lo lógico, lo conveniente incluso para sus intereses. Casi de inmediato, sin embargo, pasó lo de siempre. Unos razonables y otros medrando de modo demagógico con la desgracia colectiva.

Lo grave es que gente importante se lanzó, de entrada no más, a cuestionar al gobierno. A la cabeza se puso el PIT-CNT, propiciando caceroleos como modo de protesta. Entristecedor, porque ese método, que fue un arma contras las dictaduras, no puede reaparecer ahora en medio de una crisis universal que nos llega como un rayo desde un cielo nublado. Es el peor modo de dividir a la sociedad, de enconarla, de implícitamente generar la idea de que hay soluciones milagrosas que alguien impide tomar. No importa que el caceroleo no haya sido el éxito que esperaban sus organizadores; basta que se haya llevado a cabo con enorme apoyo de medios.

Dice el PIT-CNT que lo ha hecho porque no se respondió a sus propuestas, cuando es notorio que no es así. Por ejemplo, la primera medida, que es retroceder a las tarifas del año pasado en los servicios públicos, claramente se contestó que no y por razones de justicia y de finanzas. Ante todo, porque los beneficiarios debieran estar pagando esos aumentos desde el 1º de enero y si no fue así es por la actitud tramposa del gobierno anterior, de dejar esa bomba para que la asumiera el nuevo gobierno. No ajustar las tarifas era un agujero fiscal de 500 millones de dólares aproximadamente. Hubiera sido un enorme error ese sacrificio fiscal cuando la inmensa mayoría de los consumidores pueden pagarlo, sin alegría como todo aumento, pero pueden pagarlo, empezando por los 300 mil funcionarios del Estado y la generalidad de la población que sabía muy bien que, con una inflación ya superior al 10%, (también fracaso frentista) era inevitable su actualización. El tema es que los niveles de endeudamiento que el Estado tiene que hacer, aumentando el ya abultado déficit, los debe focalizar hoy en donde están las mayores necesidades: el seguro de paro, los planes de alimentación para gente en situación de calle y los trabajadores informales, los refuerzos de rubros en el sistema sanitario, movilización militar, etcétera, donde no puede faltar dinero. Todo es al costo de aumentar el déficit, pero allí están las prioridades inmediatas y quien gobierna no las puede perder de vista. Cuando todo se proclama prioritario, entonces nada es prioritario.

Nuestro apreciado colega el ex Presidente Vázquez se ha equivocado también. No puede él decir que acompaña las medidas del gobierno pero que se necesitan “medidas más radicales para cortar este círculo vicioso”, afirmando que “inevitablemente” habrá que ir a una “cuarentena total”. ¿Qué quiere decir con esto? En concreto, ¿que es “cuarentena total”? ¿Impedir que vaya a trabajar la gente de las empresas de comidas que alimentan 40 mil niños en las escuelas? ¿Cerrar los bancos y los cajeros automáticos, una vez que se vacíen? ¿No ordeñamos las vacas y paralizamos la entrega de leche a la población? ¿Detenemos las actividades portuarias de exportación? Por supuesto que la prioridad es la salud, pero ésta requiere una economía que, aun dañada, siga funcionando, de lo contrario se agravará. Si miramos hacia afuera, vemos que quienes han proclamado esa cuarentena, por la vía de excepciones imprescindibles termina en más o menos lo mismo.

Añade el Dr. Vázquez que “tenemos una solidez financiera que nos permite atender los problemas económicos porque tenemos créditos de organismos internacionales que no hemos utilizado”. Hablar de solidez financiera cuando -como decimos- tenemos un déficit que supera el 5% del total de la actividad económica nacional (PIB) es hacer un razonamiento engañoso. Justamente, el país ya está apelando al crédito para atender todo lo extraordinario que está atendiendo, pero esto no es ilimitado, porque la economía la entregaron con una situación insostenible en el tiempo. Había que corregirla y ahora, a la inversa, la tenemos que agravar, con enormes riesgos.

Lo lamentamos realmente. Es una hora de unidad nacional, pero por estos caminos sinuosos de invocar acuerdos y cuestionar lo que se hace, proponiendo medidas supuestamente más eficaces, está dañando al país. Ya pasó con la crisis de 2002 en que se reclamó el default, no se votó la ley que reprogramaba los depósitos y luego, como no fueron a la violencia, había poco menos que agradecer.

El gobierno no ha tenido un día de paz para comenzar su andadura. El Frente Amplio tampoco le ha dado un día de tregua. Todavía vive la frustración de la derrota electoral y reacciona con soberbia. Es una pena.