Oficinas, funciones y funcionarios

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Por Elena Grauert.

En toda reforma del Estado, la eficiencia y el gasto, son los objetivos principales que se deben intentar alcanzar, sin duda hoy esa necesidad se ve incrementada por la pandemia y crisis mundial, por la cual no hay tiempo para derroches.

 El proyecto de presupuesto en sus treinta y cinco primeros artículos, establecen una reforma en la carrera funcional que, según los dichos del Director Nacional de Servicio Civil, se deben “fortalecer capacidades estatales que hoy no están del todo ordenadas. Hay que tener un ojo muy puesto en el costo beneficio y en el impacto de las acciones porque enfrentamos una restricción fiscal muy importante”.

Al igual que hacemos en la economía doméstica, dejamos de consumir lo suntuario y pasamos a cuidar más el peso a peso, ya que como siempre las demandas son mucho más exigentes que los ingresos.

Los pasados gobiernos, claramente han sido un derroche de gastos suntuarios, y de compra de bienes o servicios innecesarios. Ello ha hecho que hoy estén saliendo a la palestra pública un montón de gastos y compras efectuadas por el Estado, que no tiene justificación y que la enorme crisis actual las acentúa haciendo más visible el derroche, la falta de control y la mala administración de los recursos, dando razón a la oposición del momento que pedía rendiciones de cuentas, reclamaba por el gasto excesivo y la opacidad con que se manejaba los otrora gobernantes, amparándose en un exceso de poder.

El desempleo masivo, la baja en cuanto al crecimiento del producto, el consecuente aumento del endeudamiento, marcan con claridad la necesidad de un manejo absolutamente cauto que imprime la necesidad de ordenar las finanzas públicas y el redoblar esfuerzos para ser creíbles en los mercado, lo que nos va a permitir salir lo más rápido posible de esta crisis.

El proyecto de presupuesto, justamente intenta dar esas pautas, ir a un esquema en el cual se reordenen los funcionarios del estado, de acuerdo a las necesidades reales de cada organismo, declarando excedentes los que no sean necesarios para las tareas o cometidos de cada inciso u organismo. La finalidad del cambio es lograr ser eficientes en cuanto al cumplimiento de las necesidades, por tal motivo quienes no tengan una función en esa dependencia puedan encontrar un lugar dónde se sientan útiles y sirvan o puedan retirarse con un incentivo.

En la administración central o en los organismos descentralizados en general, hay personas sin función, que no tiene un cometido, que cobran por ir a trabajar, pero que por su perfil o su circunstancia hacen que no tengan una obligación ni estén brindando nada a sus organismos, ni a la sociedad. En el caso de las empresas privadas, eso también puede suceder con el devenir de los cambios que se van dando tanto a nivel institucional, como de la propia tecnología, pero el riesgo de la perdida de la fuente de trabajo, muchas veces hace que las personas o se readecuen o se vayan.

El planteo es borrar el sistema escalafonario actual y la forma de calificación cambiando al sistema a “ocupaciones”, otorgando incentivos para que el fin sea mejorar y cumplir funciones que se adecuen al objeto del inciso u organismo. Para ello se establece un plazo que deben cumplir los incisos proponiendo las reestructuras, lo cual generará personal excedente que puede redistribuirse, jubilarse o capacitarse para ocupar tareas que sean necesarias.

Lo que se propone es difícil, dado que tiende a romper una larga cultura institucional en la cual su centro estaba en el funcionario independientemente de la ocupación, la cual se valorará de acuerdo a paramentos que tengan en cuenta la complejidad de la tarea y su importancia. Este objetivo se enmarca en la necesidad de un mundo más competitivo y profesionalizado, que sin duda marca una metamorfosis de un antes y un después de gran profesionalismo.

El fin es revalorizar el deber de servicio público, respetando a nuestros verdaderos patrones que son toda la sociedad, que padece cuando un Estado está ausente o le da la espalda por no cumplir con los cometidos, como lo que sucedió en el pasado en donde se derrocharon dineros que debieron servir para educar, para ayuda social, para medicamentos, o para fomentar la investigación, o para no endeudarse y no como lo que paso donde el despliegue de poder y la falta de previsión hicieron que se “gastaran las joyas de la corona” y se olvidaron que siempre debemos cuidar el porvenir.