Al Teatro con: “Crónica de una muerte anunciada”

rochatotal//Ricardo Méndez Molina

La notable novela del escritor colombiano Gabriel García Márquez tiene como  característica la cantidad de personajes, debido a que, al ser un pueblo pequeño, todos en él tuvieron participación directa o indirecta, o mención en la historia.

Hay un personaje colectivo que es el pueblo, que conoce de manera anticipada la muerte de Santiago y no hace nada por evitarla. El pueblo vota y espera. Así  ha esperado décadas.

La política no pasa por sus mejores momentos. La sensación generalizada es que en lugar de hacernos la vida más fácil, nos la complica continuamente. Una oposición desperdigada, que aún no sabe que rol juega ni acepta la derrota, ni reflexiona el porqué de eso; falta de liderazgo; agreguemos una Junta Departamental totalmente renovada y sin experiencia, para enfrentar,  nada menos,  un Fideicomiso y un Presupuesto. Desde el oficialismo el apuro  apremia, el tiempo se acaba, los plazos son cortos y la situación económica sabe que va a pesar y mucho. La pandemia viene con crisis, con morosidad y con recursos de origen nacional que van a bajar.

Ya advertía Sumption que el peor debate es el diálogo de sordos. Pero igualmente la peor agenda es la incumplible. ¡Qué sabio era Orwell!

El problema es que la política, es decir, aquel arte que, con responsabilidad, tiene el rol de escoger cómo y por dónde debemos avanzar, hoy solo está decidiendo sobre la base del vaivén emocional  o de intereses de algunos. Son unos pocos , deciden por muchos, se exceden a su representación.

En esa situación, la naturaleza del discurso cambia de forma radical. Se comienza a dar así una peligrosa tendencia en que ya  se incentiva a radicalizar, polarizar, distorsionar conceptos y situaciones, todo con tal de mantener un cierto respaldo en votantes, de nicho, y pensando ,esos pocos, en “su futuro”.

El lenguaje comunicacional es capaz de transformar o distorsionar realidades, por lo tanto, su mala utilización ha hecho complejo mantener una discusión racional y de respeto mutuo, dificultando la consecución de acuerdos que nos permitan comenzar a sortear la crisis social que siempre llevamos a cuesta.

Una carga fiscal insoportable, que avecina una nueva y renovada morosidad. Desempleo, en los primeros lugares; suicidios, en los primeros lugares; bajando el Índice de Desarrollo Humano. De hecho, sucede muchas veces que los personeros políticos, al no ser capaces de utilizar categorías que puedan entrar en entendimiento con rivales y, más importante aún, al no tener interés en reconocer los puntos válidos de la posición contraria, no permiten la solución de los problemas públicos, prefiriendo dilatar soluciones . Es un “diálogo de sordos”, pero con interlocutores que no quieren, ni piensan escuchar.

De la altura de García Márquez  aterrizamos entonces en la sencillez de Antón Pirulero, “cada cual que aprenda su juego…”