La previa de los fines de semana de muchos adolescentes

Para muchos adolescentes es imposible divertirse sin alcohol, edad promedio de inicio 12.8 años…

El libro “La Previa: el consumo de alcohol entre los adolescentes” fue redactado por un equipo multidisciplinario que trabaja en educación y salud mental, y genera propuestas para padres, alumnos y educadores. Será distribuido en Educación Media y UTU.

 

En la actualidad, el consumo de grandes cantidades de alcohol está presente en las salidas de fines de semana de muchos adolescentes. La motivación para beber está relacionada con la búsqueda del efecto que la bebida produce.

            “La creencia es que sin alcohol la diversión no es posible y que vincularse con otros es más difícil. El alcohol funciona, entonces, como una especie de lubricante social que se va instalando en sus vidas”, sostienen Gabriel Rossi, Miguel Carbajal y Allen Bottrill en La previa (Aguilar. Montevideo, 2012), una guía para padres y educadores sobre el consumo de alcohol entre los adolescentes.

Indican los autores que los patrones de consumo de los más jóvenes han cambiado en los últimos tiempos: comienzan a beber desde el inicio de la adolescencia (la edad promedio es 12.8 años), beben ambos sexos por igual y lo hacen mezclando diversas bebidas. “Se trata de un consumo de fin de semana que en verano se torna más frecuente y donde, muchas veces, se busca experimentar los efectos de la intoxicación”, señalan.

Según mencionan en La previa la borrachera es el comportamiento de mayor riesgo para la mayoría de los adolescentes y, en el mundo actual, esto se articula con  otros factores de riesgo.

 

Basándose en relevamientos realizados en el país, la guía expresa que el consumo de alcohol se encuentra ampliamente difundido entre los adolescentes y que comienza en los primeros años de liceo para ir incrementándose a medida que van creciendo. Así afirma que el alcohol es la droga de mayor incidencia entre los adolescentes. Frente a esta realidad, los autores aluden a la responsabilidad de los padres y al modelo educativo vigente que, muchas veces, falla en la puesta de límites. Dicen entonces que los progenitores no son pares ni amigos de sus hijos, sino que son los adultos referentes que deben cuidarlos.

“Los padres debemos confiar en nuestros hijos, pero tener confianza no implica dejarlos solos porque están creciendo. Muy por el contrario, a los adolescentes se los debe acompañar estando al tanto de sus salidas y amistades y realizando un seguimiento para que no desatiendan sus responsabilidades”, afirman Rossi, Carbajal y Bottrill. E indican a continuación que es importante que los padres toleren que los hijos estén en desacuerdo con ellos, se enojen y confronten pero, señalan, hay que tener siempre presente que los hijos no van a dejar de quererlos por ponerles límites, sino todo lo contrario.

Luego explican que los chicos discuten sobre las normas de convivencia o sobre los límites establecidos desde antes de la adolescencia, discusión que en esta etapa se vuelve más impetuosa por la natural necesidad de experimentación de esta etapa. Los progenitores deben saber entonces que los chicos esperan que se les marque el camino mediante límites oportunos, a pesar de que nunca lo van a confesar. Expresan los autores que poner límites, y luego sostenerlos, es una tarea ardua que requiere preparación para atravesar momentos en los que la “popularidad materna y paterna se encuentren jaqueadas”.

De acuerdo a estudios internacionales, la guía señala que la probabilidad de que un adolescente beba en exceso aumenta considerablemente cuando se encuentra sin supervisión de sus padres o adultos referentes. Además, menciona, los hábitos de los progenitores también inciden pues haber visto a los padres alcoholizados y el acceso a bebidas alcohólicas en el hogar son factores de riesgo.

Los autores sugieren que ambos padres estén de acuerdo en la postura respecto al consumo de alcohol de sus hijos. También contar con los números telefónicos de los amigos de sus hijos y de los padres de estos; y que siembre haya un adulto de referencia en las salidas, por ejemplo para que los lleve y los traiga.

Agregan que es bueno coordinar acciones con otros padres y una posición colectiva respecto al consumo.

Explican Rossi, Carbajal y Bottrill que un chico intoxicado con alcohol puede incurrir conductas riesgosas aunque luego no se convierta en un adicto al alcohol. “Bajo el efecto de la bebida puede tener un comportamiento violento, mantener una relación sexual sin protección y sufrir o generar accidentes. Expresan luego que el adolescente que abusa del alcohol verá afectado su rendimiento académico debido a los efectos en la memoria, la concentración y al atención que provoca cada intoxicación y su posterior resaca”.

Fuente:Uruguay educa

 

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