Regulación del mercado de marihuana
Diputado Daniel Radío
La expresión regulación del mercado, lleva implícitos dos presupuestos: la primera es una constatación que rompe los ojos. Hoy, con prohibición incluida, hay un importante mercado de marihuana en nuestro país. Así que, hay una fantasía que debemos erradicar de nuestras mentes: es posible prohibir el mercado de drogas, hacerlo clandestino (ya que no invisible), pero no ha sido posible anularlo. Más tarde o más temprano, en algún lugar más o menos oculto, más o menos peligroso, asumiendo más o menos riesgos sanitarios o de seguridad, la demanda se encuentra con la oferta.
Semanario Voces – 2 de mayo de 2013
Y este mercado funciona fluidamente. Prácticamente, hoy en nuestro país, nadie que quiera consumir se queda sin hacerlo. Todos saben a dónde acudir.
La perspectiva prohibicionista no solamente no ha logrado mitigar su magnitud sino que, por el contrario, el consumo de sustancias psicoactivas ha venido aumentando indefectiblemente en forma paralela al aumento de las prácticas represivas. El aumento de la violencia, de la inseguridad pública, la irrupción de nuevas modalidades delictivas, y el aumento de los procesamientos así como de la incautación de droga a través de procedimientos policiales, no hacen más que transparentar el consecuente aumento exponencial del mercado en nuestro país. Desde hace décadas.
Las transacciones comerciales se han naturalizado a pesar de la presunta clandestinidad. Regularmente circulan por las calles de nuestros barrios, automóviles suntuosos a paso de peatón en la búsqueda de quienes “la transan”. Las bocas de venta proliferan por doquier y su ubicación es conocida por toda la clientela e inclusive por la población no consumidora. Se han logrado desnaturalizar los objetivos de algunos emprendimientos comerciales, bolichitos, particularmente en la periferia de la ciudad, y se ha desarrollado un mecanismo de distribución tan eficiente como lucrativo, que ha conseguido instalarse y transformarse en la fuente de ingresos de mucha gente, y en el núcleo de atención y de preocupación casi exclusivo de numerosas barras de esquina, que funcionan como polo de atracción para jóvenes incautos, a veces deslumbrados por la realización de gestos tan artificialmente transgresores como insalubres, como lo es el consumo de sustancias psicoactivas.
Y la segunda constatación es que este mercado ya está regulado.
Y la regulación de este mercado, en el que las transacciones comerciales son en las sombras, está en manos del crimen organizado. El monopolio del narcotráfico es el que determina la cantidad de marihuana que ingresa y que se vende, su calidad, su nivel de pureza, los aditivos y las sustancias contaminantes, y su precio.
No caben dudas de que quienes más apuestan al tejido social organizado son los narcotraficantes. Ellos sí que realizan trabajo en red. Alcanza con ver como al cerrar una boca de pasta base proliferan unas cuantas de ellas en derredor. Y como se establecen circuitos comerciales de los que participa toda la comunidad, a partir de la receptación y la venta posterior en mercados informales de los artículos robados para financiar el consumo. En la situación actual, la plata de los uruguayos, consumidores o no, al final del camino va a parar a manos de los narcotraficantes, lo cual, en buen romance quiere decir, a financiar el crimen organizado.
Ese es el panorama actual. Con la prohibición. Hay consumo. Abundante. Y aumenta de manera exponencial. Hay consumo problemático. Hay adictos. Hay consumo abusivo agudo. Hay violencia. Hay problemas de inseguridad crecientes. Hay cárceles abarrotadas. Hay nuevas formas delictivas. Hay sicarios. Hay muerte.
¿Podemos hacer de cuenta que no pasa nada? ¿Podemos seguir afirmando que los males llegarán si se habla de regulación? ¿Podemos seguir mirando para el costado? ¿O habrá que hacer algo?