Perú : Mineros ilegales destruyen una reserva natural
Militares y guardaparques intentan proteger de la explotación minera ilegal a la reserva Tambopata..
Para intentar proteger uno de los lugares con mayor diversidad biológica de la Tierra de un ejército de mineros ilegales que ha labrado un camino tóxico a través de la selva, el gobierno peruano monta puestos de control y organiza redadas a lo largo del río Malinowski en la Reserva Nacional Tambopata. Sin embargo, hay expertos que se preguntan si no es muy poco lo que hacen y si es demasiado tarde.
Los mineros han causado tanto daño que el agua tiene el color del café con leche. El paisaje era digno de la película Mad Max: enormes cráteres de arena, montículos de piedras y canales envenenados por todas partes. Basura (harapos, bolsas de plástico, recipientes para comida) entre las ramas recién cortadas que estaban apiladas en los recovecos y las riberas del río.
Con el precio del oro en alza desde hace años, la minería ilegal se ha incrementado en muchos lugares de América Latina, no solo en Perú. Sin embargo, en este país —uno de los mayores productores mundiales de oro— la situación se ha complicado bastante.
Las cantidades de oro que han extraído los mineros ilegales de Perú son las más cuantiosas de toda América Latina. Y la explotación aumenta tan rápido que los ambientalistas creen que existen pocas posibilidades de preservación, incluso en una reserva tan apartada como esta que es el hogar de miles de especies de plantas y animales, muchas de las cuales no han sido identificadas por el hombre.
Para los expertos, la minería ilegal puede llegar a ser aún más destructiva que la minería corporativa. Mientras que las empresas suelen concentrarse en áreas con vetas subterráneas de oro, dicen, los mineros se movilizan rápidamente a lo largo de vastas porciones del territorio. Arrasan con la selva para colar cerca de 200 toneladas de tierra y encontrar suficientes pepitas de oro para un solo anillo de matrimonio.
Si la ayuda no llega pronto, los expertos aseguran que las áreas que dejan a su paso, sin nada de tierra fértil y llenas de mercurio, podrían tardar 500 años en recuperarse. Los mineros usan tanto mercurio para procesar el oro que, en mayo, el gobierno declaró una emergencia sanitaria en gran parte de la región de Madre de Dios. Las pruebas aplicadas en 97 pueblos demostraron que más del 40 por ciento de la gente había absorbido niveles peligrosos de ese metal pesado. El envenenamiento por mercurio afecta a las personas de diversas maneras, desde dolores crónicos de cabeza hasta daño renal, pero es más perjudicial para los niños, quienes tienen más posibilidades de sufrir un daño cerebral permanente. “Las siguientes generaciones pagarán por lo que estamos haciendo ahora”, dijo Manuel Pulgar Vidal, ministro de Ambiente de Perú.
Las estadísticas no especifican la cantidad de personas que se dedican a la minería ilegal pero Víctor Torres Cuzcano, un economista de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, calculó que la minería informal aumentó un 540 por ciento entre 2006 y 2015, mientras que la producción legal, que paga impuestos, cayó 28,5 por ciento.La deforestación que provoca la minería de oro se aceleró de 2165 hectáreas al año antes de 2008, a 6143 hectáreas anuales después 2008, cuando la crisis financiera global elevó los precios del oro.
Mineros indígenas empujan una bomba de agua en su campamento ubicado cerca del río Madre de Dios. Credit Tomás Munita para The New York Times
Cuando estaba intacta, la reserva de Tambopata era una zona sin caminos, en parte selva y sabana, con un tamaño cercano a Rhode Island. Ahora las fotos satelitales muestran manchas claras en la reserva y hay tanta actividad minera que el río Malinowski —llamado así por el explorador polaco Bronislaw Malinowski— ha desbordado la ribera y se ha vuelto más ancho y menos profundo. En las áreas donde trabajan los mineros, dicen los guardaparques, el agua está tan contaminada que ya no hay peces.
Algunos defensores del medioambiente dicen que la reserva está perdida. Los primeros indicadores sugieren que tiene mucho oro, en especial si se le compara con otras partes de este remoto estado, como el área reservada oficialmente para la minería informal y la “zona colchón” que rodea la reserva Tambopata.
“En el corredor minero oficial se obtienen entre 12 y 18 gramos al día”, dice Víctor Hugo Macedo, quien supervisa la reserva. “En la zona colchón entre 60 y 80 gramos, y en la reserva se obtienen entre 150 y 200. A los mineros les preocupa más eso que lo que sucede en Tambopata”.
El gobierno ha intentado implementar distintas políticas para frenar la minería ilegal, dijo Pulgar Vidal, como los controles sobre la cantidad de combustible que llega a la región. Sin embargo, reconoció que esas medidas no habían sido exitosas. Las autoridades tributarias de Perú estiman que, solo entre febrero y octubre de 2014, se han contrabandeado fuera del país más de mil millones de dólares en oro.
Los funcionarios dicen que la corrupción y el crimen organizado impulsan la minería ilegal, y muchos de los campamentos son, en esencia, comunidades sin ley donde florece la esclavitud laboral y el tráfico sexual.
La Pampa, una zona de la región Madre de Dios, ha sido devastada por la minería ilegal. Credit Tomás Munita para The New York Times
Pulgar Vidal espera que la presencia constante de marinos armados y las redadas persuadan a los mineros para que abandonen la reserva, pero los críticos son escépticos. Algunos sugieren que el gobierno no está interesado realmente en detener a los mineros ilegales.Algunos políticos peruanos argumentan que los mineros, muchos de los cuales pertenecen a comunidades indígenas, tienen derecho a ganarse la vida, una postura que ha obtenido adeptos en un país donde millones viven debajo de la línea de la pobreza.
De cerca, las redadas parecen destinadas al fracaso. Los marinos y guardabosques son inferiores en número y no cuentan con los recursos necesarios, se calcula que existen entre 5000 y 10.000 mineros ilegales en la zona. Incluso llegar a sus puestos es un reto. Los mineros controlan las mejores rutas, lo que las vuelve demasiado peligrosas, incluso para los soldados armados.
Por Suzanne Daley ,Andrea Zárate colaboró con este reportaje desde Lima, Perú. The New York Times