La danza de los cargos.
Esteban Valenti
Terminaron las elecciones internas y comenzó la más feroz danza de los nombres y de los cargos que yo recuerde. Me da vergüenza propia y ajena por la política actual.
Es posible, y quiero admitirlo desde el principio, que la razón de tal revoltijo de estómago sea que yo y nosotros, los pocos o muchos que optamos por otra posibilidad alternativa, no participamos en absoluto de esa danza. Pero no cambia nada, los hechos son los hechos. Hacer la lista de la danza entre los partidos, de gente y grupos que se cambian de un lema a otro, con las limitaciones impuestas por la reforma de 1996 y mucho más, los que dentro de cada lema se agitan para formar alianzas de todo tipo, o mejor dicho en algunos casos para aislar a algún grupo y de esa manera quedarse definitivamente con el trofeo del control total, por ejemplo del Frente Amplio. Ya no es el gobierno en disputa, sino el lema en disputa. Los medios de prensa reflejan diariamente esos movimientos y el espectáculo es de circo. Pero nos estamos acostumbrando… No voy a detallar las posibles alianzas ya declaradas, la caza de dirigentes de otros sectores en el Partido Nacional y las repentinas renuncias a retirarse de la política en el Partido Colorado, cuando se percibe en el horizonte la revancha de algunos cargos a la alcance de la mano. Los lectores de estas columnas seguramente los conocen y los van a seguir conociendo. No excluyo las alianzas novedosas que se han producido en los últimos días. Cada uno sabrá asumir sus responsabilidades. O el escandaloso caso de la ruptura de La Alternativa, sin aportar ninguna razón basada en diferencias programáticas o políticas, sino simplemente en asegurar un cargo en un supuesto gobierno. En estos días esa alianza triple o cuádruple anti-FA salió a la luz en toda su desnudez y como plataforma central de todo el proyecto. La Alternativa no se rompió por programa o por política, sino por cargos. Así de simple y de duro. Una pregunta: ¿ustedes han leído, oído alguna base programática, alguna idea que fundamente esos cambios y esos movimientos dentro y fuera de los partidos? No los encontrarán, porque ni siquiera se toman el trabajo de formular algo parecido a ideas políticas, programáticas o ideológicas. Es más, se desdicen de lo que discursearon hace muy poco tiempo sin ningún empacho. Y la mayoría es gente de bien, simplemente son políticos que se han sumado al nivel actual de la política alegremente. ¿No tendríamos que hacerlo nosotros los Navegantes y dejarnos de tanto principismo? ¿Ustedes escucharon a una de las principales dirigentes políticas nacionales, del gobierno y del Frente describir en una entrevista radial como se hace la distribución de los cargos en la administración pública, calculando el valor de cada uno de ellos, sin una sola referencia a las capacidades de los candidatos para dirigir, empresas, bancos del estado y otras posiciones? Esa entrevista tiene una gran ventaja, dice la verdad, nos hace conocer efectivamente como funciona ese sistema, sin tapujos y nos horroriza a la gente de a pie. Hay otras entrevistas en que dirigentes de partidos del FA describen el proyecto de una gran alianza para dejar afuera y reducido a la mínima expresión política y parlamentaria al Frente Liber Seregni. ¿Esa es la unidad tan pregonada, tan escenificada? La política no es – sobre todo para quien tiene 58 años de experiencia – un dechado de virtudes ciudadanas desprovistas de tensiones, de tentaciones y de maniobras. Pero como en todas las cosas de la vida, hay límites, que cuando se superan se entra directamente en el barro. Y estamos asistiendo a una danza del barro, con un solo trofeo: cargos, un cacho de poder. Faltan 90 días para las elecciones nacionales, hay sin duda novedades en la economía, en las inversiones, en la sociedad uruguaya que afloran con frecuencia y todos quisiéramos conocer lo más a fondo posible que nos ofrecen los posibles gobernantes solitarios o aliados para nuestros próximos cinco años de vida. Porque ese sigue siendo el tema central: la vida, la democracia, la educación, las oportunidades, la libertad, el trabajo, el progreso de 3.400.000 uruguayos y de los que nacerán en ese lustro. Aceptamos que la oferta político electoral puede ser más o menos inteligente, atractiva publicitariamente, musicalizada, cantada, lubricada con millones de dólares o con austeridad e inteligencia. Asumimos que las nuevas tecnologías no dejan nada afuera de su influencia y no dejarán a la política, pero no deberíamos aceptar que se desnude ante nosotros un streep tease de vanidades, de disputa a dentelladas solo o casi únicamente por los cargos. Vuelvo al principio, la soledad en política es una cosa mala, muy mala, pero hay cosas peores. Hay un dicho castizo que la pinta perfectamente “vinieron los sarracenos y nos molieron a palos porque dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos” Pero hay cosas peores, entregarse, renunciar a los principios, negociar la propia identidad y replegarse todos los días un poco más hacia el pantano. Si la cuestión es entre la oligarquía y el pueblo, las preguntas surgen en cascada: ¿UPM es oligarquía o pueblo? ¿los grandes inversores inmobiliarios en todo el país, pero en especial en Montevideo y en Punta del Este, que son? ¿Los grandes inversores extranjeros, las grandes empresas de turismo, las cadenas de frigoríficos, los dueños de muchos generadores eólicos, los grandes terratenientes que han crecido en la superficie de campo que ocupan y se han reducido en su número, que son oligarquía o pueblo? Y la lista sería interminable. Estamos hablando de definiciones recientes, de fórmulas recientes. Está muy bien combatir las mentiras en las redes, las campañas de difamación, pero tan importante como ello es discutir las mentiras ideológicas, las deformaciones programáticas que no tienen nada que ver con la realidad y son solo un recurso retórico. Pero contra eso solo hay un remedio, el debate y el análisis. Y eso no se regula por ley. El fantasma que hoy recorre el mundo de la política, es decir el mundo del poder, es la fractura cada día más evidente entre la política y la moral y una cultura de la moral que vale para todos, porque aún en diversas posiciones ideológicas la moral es un atributo innegociable.
Esteban Valenti – Periodista, escritor, coordinador de Bitácora, director de Uypress. Fuente Uypress