Palabras de Hoenir Sarthou en la Masonería

rochatotal//

Por Hoenir Sarthou

Estoy casi totalmente de acuerdo con las palabras de Garchitorena, sobre todo en ese juego entre la razón, las emociones y los sentimientos, donde parecería que la razón va quedando postergada en muchos aspectos. Sin embargo, voy hablar de un tema que para mí es emocionalmente muy fuerte. Tengo que agradecer que esta institución haya considerado que mi trabajo periodístico de alguna manera contribuía a la libertad de expresión, para mí eso es muy significativo.

Pero hay algo que es más íntimo que algunos de los que están aquí lo saben. Yo me crie en un hogar donde la masonería tenía una tremenda influencia, por la historia de mi abuelo Juan Sarthou y por mi padre Helios. Uno a veces no es consciente hasta donde ha pesado el alcance cultural de la masonería en la vida del Uruguay. Y en mi caso lo viví desde mi infancia en un hogar que estaba muy cimentado en valores masónicos. Después en mi periodo de vida activa en esta institución aprendí cosas que todavía hoy descubro. Yo entré muy joven y empecé a ver gente adulta manejando los aspectos centrales de la vida política, política en el sentido de polis. No en el sentido de politiquería sino en el sentido más esencial. Fue impactante ver a adultos con vidas profanas muy públicas y muy notorias, manejar lo que es el intercambio entre iguales. La lucha de ideas, la lucha de poder que existe, manejados con criterios que terminaban siendo tremendamente pedagógicos, para mí y para otros muchachos. Al punto que muchas veces desearía poder trasmitir esas cosas a jóvenes de mi entorno.

Así que tengo doble gratitud, por un lado, este acto en concreto y por el otro por todo lo que le debo a la masonería en mi historia personal.

Para hablar sobre la libertad de expresión voy a empezar por recordar, yo que vengo de un hogar tan masónico como batllista, una cosa que dijo Wilson Ferreira Aldunate hace ya un montón de años en una entrevista.  El periodista trataba de hacerle decir que había que aplicar mano dura en un conflicto que había y en determinado momento, él con ese tono tan personal y aristocrático que tenía le dice: “¿Quién le dijo a usted que la calidad democrática de una sociedad se mide por el ejercicio de la autoridad de la mayoría? Se basa en el respeto a la libertad de las minorías.”

Eso a mí me parece una idea esencial, dicha de una forma casi graciosa en ese momento. Es una idea fundamental. Es muy fácil pensar que la democracia es acatar las voluntades mayoritarias y es más difícil entender que la democracia consiste en respetar la libertad de disentir de quienes son circunstancialmente minoritarios. Nunca nadie sabe cuáles van a ser los rumbos históricos que van a seguir las sociedades. Y muchas veces ocurre que una idea era muy minúscula y minoritaria termina siendo después el pensamiento esencial de toda una sociedad. Y hay que ser respetuoso de eso. Dos cosas que quiero mencionar que me parecen gravitantes.   Una es la peligrosa relación que hay entre las buenas causas y la pérdida de la libertad de expresión. Porque nadie vulnera la libertad de expresión, nadie ejerce el autoritarismo diciendo: “Yo soy un individuo malísimo que quiere causar el mal a todo el mundo.” Nadie hace eso, todo el mundo invoca una buena causa. Ejerce el autoritarismo convencido que es lo correcto. Y hasta puede ser que lo sea, el problema es que la ausencia de duda, de ese mínimo relativismo que nos permita considerar que el otro puede tener potencialmente razón o tiene el derecho de pensar de distinta manera muchas veces se olvida. Estamos en una sociedad llena de iluminados por las más diversas razones y causas y todos están dispuestos a ejercer una actitud autoritaria contra lo que atente con su buena causa.

Yo creo que el valor de una buena causa es que nos permita estar convencidos de lo que creemos y a la vez saber que puede haber quien no esté de acuerdo y quien discrepa y nos hace discutir en el fondo nos está favoreciendo. No solo a la posible verdad de nuestra causa, porque nos pone a prueba, sino que está favoreciendo el avance cultural de toda la sociedad. Porque toda sociedad con ideas inmutables es una sociedad muerta.  Y pensar que aun las ideas ciertas sean puestas en tela de juicio, sean defendidas y atacadas, para que toda la sociedad pueda aquilatarlas, apreciarlas y convencerse de lo que le parezca más adecuado.

La otra idea que me interesa tratar es la idea de tolerancia, porque tiene mala prensa ahora. Acá tiene un significado que es bastante excepcional, el común de la gente cree que la tolerancia es una especie de debilidad. Algunos llenos de buena fe dicen: “A mí no me gusta la palabra tolerancia, prefiero cambiarla por respeto o convivencia”. Porque si no parece que uno al que lo tolera no le tiene respeto y ahí está el meollo de la cuestión. Uno tiene que tolerar incluso ideas por las que no siente el menor respeto. Quien es uno para decir que una idea no puede existir o no es respetable.

La idea de tolerancia se me encarnó acá, es una palabra sincera. Yo debo tolerar a alguien por el que no tengo ni simpatía, ni afinidad ni siquiera considero que su visión del mundo sea constructiva. Cuando empezamos a justificar ataques a la libertad de los demás en base a que sus ideas nos parecen repugnantes, se acaba la libertad de expresión y termina la libertad individual. Yo quiero reivindicar el concepto de tolerancia como algo a resaltar en este mundo donde se cree más cool decir yo siento respeto o dialogo.

Hay ideas con las que no se puede ni dialogar, pero tienen derecho a existir. Y nos favorece como sociedad y como individuos que existan discrepancias.

Hay algo que no puedo dejar de mencionar. La libertad de expresión y la libertad individual están en una crisis muy profunda es estos momentos. Todo el ideario de la libertad de expresión se construyó sobre la base de que la amenaza principal que tenía la libertad era el estado, el poder político o instituciones religiosas.  Pero estamos en una etapa histórica en que eso ha cambiado y hoy junto a esos poderes aparecen nuevas amenazas a la libertad de expresión. Una de ellas, en tiempos de globalización, es el poder económico. Hoy estamos viendo como muchas decisiones del mundo, no solo en lo económico, sino en lo ideológico, en los valores morales están determinadas por fuerzas económicas que imponen por el peso de sus dimensiones, políticas en el mundo.           La globalización en el fondo es eso. El accionar directo de poderes facticos económicos sobre las realidades sociales, por encima a veces de los poderes políticos.  En este momento estamos todos con tapabocas, tenemos limitaciones en los lugares a que podemos ir, las actividades que podemos hacer, el número de personas que nos podemos reunir y está ocurriendo a nivel mundial. Si uno piensa que esto es inocuo para la libertad de expresión es un poco ingenuo. La libertad de expresión está siendo limitada. Estamos viviendo un momento álgido para la libertad de expresión. Hay fuerzas políticas y organismos internacionales que están determinando políticas de todos los países.

Hay otro fenómeno que es a la vez peligroso y muy prometedor, que son las nuevas tecnologías. Hoy cada habitante de la tierra tiene un medio de comunicación en su bolsillo. Puede comunicarse con quien quiera en cualquier lugar del mundo, puede trasmitir ideas que se difunden por todos lados. Pero esos mismos aparatos que nos posibilitan esto que antes era impensable son también factores de control, de limitación de la libertad y de censura. Todos hemos visto que algunas corporaciones de la comunicación: Facebook. Youtube, google censuran materiales. Deciden que cierto video o articulo trasgrede las normas de la comunidad de la propia empresa y lo suprimen.

Por un lado, las redes nos han dado una capacidad de comunicación enorme y por el otro ha creado las bases para que nuestra libertad de expresión sea controlada y limitada. Esas empresas pueden saber dónde estamos, con quien nos comunicamos, que leemos o compramos, que creemos, conocen prácticamente todo de nuestra vida. Nunca había ocurrido que la población entera del mundo estuviese limitada en su capacidad ambulatoria, de reunión y ahora en su capacidad de comunicación. Estas empresas saben todo sobre las personas, al punto de que saben lo que va a leer, cual es la visión del mundo que va a tener mañana porque le selecciona los materiales que le llegan. La Big Data es eso. De acuerdo a tus intereses te hago llegar la información. Las noticias que tenemos del mundo están mediadas por esas empresas de comunicación. Esto tiene infinidad de consecuencias porque esas empresas tienen ataduras con otras empresas que se dedican a otras cosas y también con estados que los contratan para incidir o controlar a sus poblaciones.

Estamos en una época absolutamente nueva y lo que nosotros creíamos que era la libertad de expresión, que no me llevaran preso por escribir en un diario, es una idea arcaica.

Hoy la invasión a la libertad no solo de comunicación sino de información está dada por aparatos que llevamos casi pegados a la piel, de los que dependemos para trabajar y comunicarnos. Estamos cada vez más dependientes de instrumentos electrónicos que nos imponen cada vez condicionamientos y dependencia de intereses que pueden ser políticos o económicos. No va a haber más remedio que repensar el tema de la libertad de expresión y analizar cuál es el papel que le toca a las empresas para definir que me entero o a quien le llega lo que yo escribo. Tenemos que abrir la cabeza y los ojos y pensar la libertad.