La campaña

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Por Julio María Sanguinetti

Es un lugar común de los comentaristas políticos hablar de lo fría que ha sido esta campaña electoral y que no ha habido debates de fondo sobre el porvenir del país.

Lo de la frialdad, nos parece que llegó para siempre, si nos comparamos con el pasado de manifestaciones populares masivas, reiterados actos callejeros y una nube de clubes políticos abiertos. Hasta el Frente Amplio, que tenía un comité de base casi que en cada esquina, hoy pinta todo lo que encuentra pero ni de cerca exhibe el número de locales de otrora.

Las redes han cambiado muchas cosas, hasta la democracia misma, porque han desafiado el histórico y fundacional concepto de “representación”. Hoy el ciudadano lanza tuits, escribe whatsapps y se siente instalado en el debate nacional. Por supuesto, es una ilusión, pero a la vez una realidad en la comunicación contemporánea. La política tradicional, además, se ha hecho muy cara, los locales son escasos, la televisión exige y ya ni las redes son lo gratuitas que fueron. Los estados de ánimo se construyen mucho menos en el activismo que en el aluvión de encuestas que se leen diariamente como verdad revelada, aunque tengan la relatividad que en el mundo entero se comprueba.

De ahí, entonces, “lo frío”. En cuanto a los contenidos, los debates han desaparecido y con ello el procedimiento más importante de comparación de programas y actitudes políticas. Todo ocurre en espontáneos tuits en que los candidatos se banderillean a nivel anecdótico y entrevistas de televisión en que normalmente se le pregunta a cada uno lo que comentaron los otros.

Algunos buenos programas periodísticos aportan, pero son los menos, y, según se dice, no concitan las mayores audiencias.

Está, finalmente, la publicidad. El candidato opositor insiste en “que el gobierno fracasó”, mostrando una idea catastrofista del país cuando todo indica lo contrario, desde los niveles de consumo, la recuperación notoria del empleo y el salario. Sus vacilaciones, sus ambigüedades, son las de un partido que no tiene autonomía frente al sindicalismo, hasta el punto que no puede pronunciarse claramente por el plebiscito constitucional sobre la seguridad social, que es el mayor ítem del presupuesto público.

El candidato nacionalista apuesta a la “reelección”, lo que se explica dada su identificación con el Presidente de la República a lo largo de todo el período. El nuestro, el colorado, es la opción renovadora, tanto hacia adentro del partido como en el panorama más amplio de la Coalición Republicana.

La juventud de Andrés Ojeda, su entusiasmo, su rapidez para afrontar el desafío de la prensa, al que se expone constantemente, le han puesto en el centro de la escena, aun corriendo de atrás. La militancia trasunta alegría, esperanza y siente que sopla un nuevo viento. Las encuestas, que eran muy negativas para el Partido Colorado, se han revertido y acusan un constante ascenso, que puede ser decisivo para el triunfo de la coalición. Su propuesta se basa en su experiencia personal en el tema de la seguridad, como penalista, así como en un equipo heterogéneo que ha logrado amalgamar. A lo que añade el medio ambiente, la salud mental, el bienestar animal, encarando temas que a primera vista no lucen prioritarios pero que él estima preocupan de verdad a la gente común.

Insiste mucho en la oposición entre lo viejo y lo nuevo de la política. Como retintín de campaña, aceptémoslo, pero traducido conceptualmente a lo antiguo enfrentado a lo moderno. Porque hay cosas viejas, del pasado, que siguen vigentes y actuales, como la laicidad republicana, por ejemplo, así como escuchar hoy a la dirigencia del PIT-CNT y las gremiales de la educación, adalides del estancamiento, es retornar a aquel fracasado mundo del sueño revolucionario cubanista (hoy en versión venezolana).

Se ha cuestionado la publicidad de Ojeda, especialmente el famoso spot del gimnasio. Es no entender que quien viene corriendo tercero tiene más necesidad que otros de imágenes disruptivas, que provoquen, que generen “conversación” como se dice en el nuevo lenguaje de las redes. Si fuera algo artificial, la construcción de una imagen publicitaria falsa, podría entenderse, pero no es así. Es el candidato en vivo y directo. Tal cual es.

Ojeda ha sido la novedad de la campaña y de ahí su favoritismo. El vuelco hacia él de preferencias que difícilmente alcancen la fuerte presencia del Partido Nacional, con sus 15 Intendencias, pero han abierto esa posibilidad, impensable hasta hace muy poco.

Los riesgos de un Frente Amplio en el gobierno sin autonomía, son grandes. Y conviven con el desvarío de la propuesta constitucional, que terminaría con el país de las reglas claras, para entrar en el mundo kirchnerista que en 2008 también eliminó las AFAPS y se apañó el dinero.

Estamos a un mes de la elección y estos treinta días pueden ser decisivos para esa minoría que va y viene, y define.