Coalicionismo y coloradismo
rochatotal//
Por Julio María Sanguinetti
Hace una treintena de años hablamos de las “familias ideológicas”. Se discutía la posibilidad de salir del histórico doble voto simultáneo y marchar hacia la doble vuelta electoral.
La expresión la había acuñado un jurista francés, Michel Debré, vinculado a De Gaulle, quien decía que se votaba la primera vez con el corazón y la segunda con la cabeza. A lo que le añadíamos, la primera a nuestra familia y la segunda al pariente más cercano.
Desde la elección de 1999, ha venido funcionando sin mayores discusiones. Naturalmente, ha sido más fácil para el Frente Amplio que ya nació en la elección de 1971 amalgamando socialistas, comunistas, socialdemócratas y hasta demócrata-cristianos. La hoy llamada Coalición Republicana, recién aparece como tal en la elección de 2019, luego de haber funcionado de hecho mediante acuerdos puntuales. Puede decirse que su germen fue nuestra segunda presidencia (1995-2000), en que con el Directorio que presidió el Dr. Alberto Volonté configuramos un gobierno de real coalición que funcionó todo el período exitosamente. A Volonté humorísticamente se le llamaba el Primer Ministro y la opinión pública acompañó al gobierno porque volvió a ganar el Partido Colorado luego de que el Partido Nacional resolviera acompañar la candidatura del Dr. Jorge Batlle, primer Presidente electo por el nuevo régimen.
Desde entonces, se viene discutiendo el tema de las identidades partidarias porque el sistema de doble vuelta tiene algo de diabólico, que es la situación del que queda tercero, que pasa a ser realmente un “tercero en discordia”, como dice el viejo dicho. En nuestro caso, le ha pasado al Partido Colorado, que pese a soportar todo tipo de especulaciones y accidentes políticos (el último el abrupto retiro de Talvi), acaba de revalidar su vigencia, con una campaña removedora y renovadora.
Desde el Frente Amplio todo el tiempo se procura invadir su territorio político y es natural que así sea. El núcleo fundacional del Frente tuvo una presencia colorada importante como la del propio líder, el General Seregni y un batllista tan importante como Zelmar Michelini. Otra figura relevante fue Hugo Batalla, pero en el caso hubo la ida y también el retorno, para ocupar nada menos que la Vicepresidencia de la República, en nuestro segundo mandato al frente del gobierno.
La dirigencia frentista desde siempre intenta avanzar sobre la idea de que el Batllismo está cabalmente representado en el Frente Amplio. Pretende siempre “derechizar” la imagen del Partido Colorado, pese a que fue el que detuvo el avance anti-estatista en el famoso plebiscito de la ley de empresas del gobierno de Lacalle Herrera. El propio Mujica ha estado repitiendo que nuestro candidato no invoca suficientemente a Batlle y Ordóñez, cuando nunca ha sido mayor la distancia entre el Batllismo y el Frente Amplio.
Ante todo, porque en el Frente hoy predominan corrientes de cuño socialista o comunista, absolutamente incompatibles con el Batllismo y el Partido Colorado. Mi colega Mujica podrá invocar su conversión personal del revolucionarismo cubano a la democracia liberal, pero no demostrar que en el Frente predominen corrientes moderadas, cuando el “astorismo” ha perdido la influencia ideológica fundamental que tuvo en vida de Danilo. La solitaria presencia de Bergara, que también al final radicalizó inexplicablemente su discurso, muestra hasta qué punto las clásicas corrientes “seregnistas”, “astoristas” o “michelinistas” han desaparecido. Aunque hoy Orsi pretenda hacer un discurso moderado el hecho es que él hoy no es un líder consolidado y en su conglomerado extraño predominan los radicales.
La prueba concluyente es cómo hoy Orsi dice que hay que contemplar a los que votaron el SI del PIT-CNT (38 %) y no a la abrumadora mayoría del país que dice lo contrario (62 %) en el plebiscito constitucional sobre seguridad social. Esa actitud es democráticamente inaceptable. El resultado ha sido categórico y no se debería hablar más de la posibilidad de derogar las AFAP’s o nada que se le parezca. Sin embargo, el candidato da media vuelta y quiere halagar a ese núcleo, donde está el radicalismo comunista, cuya organización más expresiva es el poderoso PIT-CNT. Y ahí está otra incompatibilidad absoluta con el Batllismo, que desde Don Pepe nunca quiso introducirse en los sindicatos porque ellos responden a una lógica gremial, corporativa, particularista, que no es la de la política, volcada al interés general. Don Pepe se decía “obrerista” y lo demostró en la legislación, pero ni socialista ni corporativista, por el contrario, demócrata liberal. Como consecuencia, adversario raigal de la concepción “clasista”, marxista y “madurista” que invoca nuestro sindicalismo.
Estas no son abstracciones teóricas. Son definiciones de principio que naturalmente condicionan las actitudes y opiniones sobre todos los temas. De ahí deriva, inevitablemente, esa incomprensible dualidad frentista. Por eso es que, a regañadientes, se acepta que Venezuela hoy no es una democracia plena, pero no se resigna a decir con voz clara que es una dictadura. Como sabe que la opinión pública tiene claro el tema, gambetea, zigzaguea, pero todo es oportunismo electoral. Su corazón está con el dictador Maduro simplemente porque está contra los EE.UU.
En un orden más amplio, el Frente no tiene idea de cómo lograr que el Uruguay sea un país exitoso en este mundo. Ni se plantea el tema de cómo generar la riqueza que todos queremos distribuir pero primero hay que crear. No asume tampoco que la educación debe tomar en cuenta los nuevos modos de producción y como consecuencia pensar en una oferta laboral que hoy reclama otras herramientas, incompatibles con el quietismo de las gremiales opuestas a todo cambio. El país precisa imperiosamente más productividad y ello supone una flexibilidad laboral que no pasa por la cabeza de un sindicalismo anclado en el tiempo. Ni hablemos de la seguridad ciudadana, donde el Frente se horroriza delante de todo lo que es represión y así fue que empezó con 9 mil rapiñas y terminó con 30 mil al año.
El Frente es un conservadorismo antiguo y de mirada corta, que más que atender a los verdaderos trabajadores sólo sirve a la estructura burocratizada de la organización sindical y su reclamo de momento. El Batllismo es, como siempre, progreso, futuro, o sea educar y crear, innovar y producir. Si un día pudimos cambiar la matriz productiva y llegar a que la celulosa sea una exportación mayor que la carne, así también podremos hacerlo con el mundo digital y aquellos productos agroindustriales para los que tenemos condiciones de competitividad.
En el Frente no cabemos los batllistas. Salvo algún tránsfuga que a falta de votos va allí en busca del carguito.