La teoría de las dos cagadas
rochatotal//
Por Hoenir Sarthou

Una regla clásica del periodismo es que una nota debe tratar un solo tema, en lo posible actual y candente, y no debe pretender hablar de muchas cosas.
Hoy voy a romper esa regla. Creo que por buenas razones.
La cuestión es que hay dos temas superpuestos, los dos actuales y candentes, aunque en apariencia independientes. Pero, ¿hay en este mundo algo realmente independiente de todo lo demás?
En concreto, hablo de la decisión oficial de abandonar el proyecto Neptuno y, casi en simultáneo, la de aprobar el proyecto de ley de eutanasia el próximo 5 de agosto.
Sobre Neptuno hay lecturas discordantes. Los partidarios del proyecto, en particular algunos miembros del anterior gobierno, han salido a cuestionar tibiamente la decisión de dejarlo sin efecto y a señalar que “si hay otra crisis hídrica, nos vamos a arrepentir”. Reitero: lo dicen con tibieza, casi por obligación, porque la conveniencia de tener otra fuente de agua potable para el Sur del País no aparejaba para nada que fuese necesario privatizar inconstitucionalmente el servicio, ni elegir como fuente el contaminado y salobre Río de la Plata, ni firmar el contrato sin discusión parlamentaria, ni pagar casi mil millones de dólares por semejante disparate.
Entre quienes nos opusimos a Neptuno hay a su vez dos lecturas diferentes. Una mira a la decisión del gobierno con desconfianza, por temor a que el anuncio sea un engaño, o a que las nuevas obras que se acuerden con el Consorcio sean iguales o peores que Neptuno.
Por otro lado, hay una visión más optimista, para la que el abandono de Neptuno significa un triunfo de la opinión pública. No olvidemos que es la primera vez que uno de esos proyectos leoninos e inconstitucionales, cuyos contratos se firman en secreto, es dejado sin efecto.
Claramente, me afilio a esa postura. Nada peor que creerse siempre derrotado y no ver siquiera cuando se alcanza un logro. Por más que eso no signifique bajar la guardia y dejar de estar muy atentos a las nuevas obras y nuevos contratos que vayan a sustituir a Neptuno.
De las cuatro grandes objeciones a Neptuno, su inconstitucionalidad, lo inadecuado de la fuente de agua elegida, la falta de transparencia con que se negoció, y el precio disparatado, una (la fuente de agua) parece haberse superado. La inconstitucional privatización del servicio también debería ser dejada sin efecto en cualquier nuevo acuerdo. Lo más difícil de superar seguramente sea el precio y la falta de transparencia con que se sigue negociando todo.
Pero, que una sociedad sea capaz de decir “de esa agua no vamos a beber” y que esa postura haga cambiar la decisión de un gobierno no es un asunto menor. Sobre todo porque, si pudimos eso, también podremos otras cosas.
Hay un poder social mucho más fuerte de lo que creemos. Un poder que no está en el Parlamento (en el que ninguna voz se alzó contra Neptuno) ni en los juzgados, sino en la opinión pública, en la voluntad popular, por difusas que estas sean. Es un poder que no estamos acostumbrados a usar y en el que muchos no creen. Pero existe, es fuerte, y no estaba de acuerdo con Neptuno.
En lo personal, destaco y celebro que algunos miembros del gobierno hayan leído esa realidad y hayan hecho su aporte para que el proyecto se dejara sin efecto.
En resumen, un logro parcial pero importante, aunque el pésimo contrato firmado todavía pueda traernos sorpresas y problemas, a los que habrá que estar muy atentos.
Y esto nos conduce al segundo tema que les anuncié.
Justo cuando deberíamos celebrar el descarte de Neptuno y estar muy pero muy atentos a lo que venga en su lugar, aparece la decisión de votar en el Parlamento el proyecto de ley de eutanasia.
Ya dije en artículos anteriores el disparate que significa que la renuncia al derecho más importante, el derecho a la vida, se pueda efectuar entre las cuatro paredes de un hospital o sanatorio, sin conocimiento de ningún juez, ni de la familia del paciente, y sin consulta a un psiquiatra, bajo el único control de dos médicos que pueden ser dependientes de la misma institución médica que se ahorrará mucho dinero si el paciente decide morir.
Pero hoy me quiero referir al llamativo hecho de que el proyecto de ley sobre eutanasia se vaya a tratar en el Parlamento justo cuando todas las repercusiones y consecuencias futuras del contrato de Neptuno deberían concentrar la atención pública.
Hace muchos años oí de boca de connotados dirigentes tupamaros, en particular de Eleuterio “El Ñato” Fernández Huidobro, aunque Mujica y otros la conocían y la han aplicado muy bien, algo que se podría llamar “la teoría de las dos cagadas”.
De teoría no tiene mucho, pero es una táctica muy útil para actuar ante la opinión pública cuando uno ha “metido la pata” políticamente. Afirma que la mejor manera de tapar el escándalo desatado por una “cagada” política es hacer otra, si es posible más grande. De modo que se hable de la segunda y se olvide la primera.
Simple, ¿no? Pero les aseguro que muy efectiva.
No puedo asegurar que la decisión de tratar con tanta urgencia el tema eutanasia se haya tomado para tapar a Neptuno. Pero sí que, objetivamente, produce ese efecto. Nos hace desviar la vista de la costa de Arazatí y de lo que se vaya a cocinar sobre el agua en Presidencia, para concentrarla en el Parlamento y en debates emocionales sobre la vida, la muerte y el sufrimiento.
Reitero: son dos temas importantes. Lo llamativo es que el segundo se plantee tan cerca del primero y con tan inexplicable urgencia. Sobre todo considerando que tapar a Neptuno le sirve tanto al gobierno, que estuvo a punto de cumplirlo, como a la oposición, que lo firmó. Cada uno pensará lo que quiera. Fuente: Voces.