El Frente amplio no tiene línea política

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Por Esteban Valenti

Este no es un tema solo para políticos, para estudiosos o para especialistas. Tiene que ver con nuestras vidas, incluso de los que consideran que están muy lejos de la política.

Lo que le falta hoy al Frente Amplio no es autocrítica, es una línea política, que fue siempre una clave para su acción y de su propia identidad. En todo caso la autocrítica – entendida como el ejercicio natural del análisis crítico del pasado – de las causas de los procesos, incluidas las victorias y las derrotas, es una base fundamental para discutir y trazarse una línea política. Lo que es imprescindible para tener una línea política es hacer un diagnóstico adecuado y dinámico, que permita seguir los cambios.

El gran mérito del nacimiento y la existencia del FA fue precisamente construir juntos, a partir de diferencias asumidas e importantes, una línea política, afrontando las más diversas circunstancias y con objetivos estratégicos claros.

Si la línea política del FA en la actualidad es solo reconquistar el gobierno en el 2025, se está equivocando feo y no lo logrará. Hoy desgraciadamente la línea política de la izquierda la determina el gobierno de la colación multicolor, define sus respuestas, sus pocas iniciativas y sus previsibles reacciones. No todo es igual, hay algunas contadas excepciones, pero comentar lo que hace el actual gobierno no es por cierto una línea política, ni nada que se le parezca. Menos es esperar que este gobierno meta la pata y se equivoque lo peor posible para poder tener algún protagonismo. Con ese sucedáneo de línea política, el FA no ganará las elecciones en el 2024 y agudizará su decadencia. Aunque el actual gobierno recoja todas las consecuencias negativas de sus políticas, económica, social, educativa, sanitaria, etc. etc. Siempre es imprescindible construir la alternativa, paso a paso, a partir de una táctica adecuada, de una elaboración estratégica y de la línea política que conecta estos dos aspectos.

Ha pasado 15 meses desde que se perdieron las elecciones y lo que brilla por su ausencia de manera cada día más evidente es esa falta de una elaboración política. La izquierda, desde diversas posiciones, tiene una larga experiencia en esa elaboración. Quince años de gobierno nacional, parecen haber atrofiado esa capacidad, con muy pocas excepciones. No alcanza con proclamar una condición de izquierda, hay que demostrarla, y una de las pruebas supremas es precisamente la línea política y ese fue un factor de diferencia de la izquierda uruguaya.

Una suma de episodios menores, no es una línea política, ni filtraciones de conversaciones privadas, ni milanesas caras o engrampadoras de oro, ni comentarios furiosos por un discurso del presidente, cuando se les pasa bajo las narices nada menos que 50 años de cesión del puerto de Montevideo a una empresa que no cumple ninguno de sus compromisos y simplemente amenaza con un juicio, o cuando se ha vivido gritando “al lobo” por la pandemia y cuando el lobo aúlla fuerte, como ahora, nadie te de importancia. Las excepciones son tan pocas que no alcanzan, y el espíritu y las prioridades siguen siendo atender al aparato y poco más. Sin los tres intendentes (Montevideo, Canelones y Salto) el FA estaría a la deriva y el daño sería mucho mayor.

Una campaña de firmas para un plebiscito, jugando al todo o nada, no es tampoco una línea política. Es una demostración más, evidente, de la falta de elaboración y de ideas.

Hoy no hay claridad en cuanto a la definición de los adversarios, de los planes que deben enfrentarse, de sus fortalezas y debilidades. Falta una táctica que dé respuesta a la nueva situación de la pandemia y a su impacto actual y futuro a nivel económico, social, productivo, cultural en el país y en la región. Se carece de una definición clara de las prioridades.

No se notan avances en la caracterización de las fuerzas sociales y políticas necesarias para conquistar una nueva hegemonía, un nuevo gobierno y las grandes tareas y cambios que debería encarar, incluso a partir de la experiencia de los 15 años de gobierno nacional, en sus éxitos, en sus fracasos, sus debilidades y sus errores. Me refiero a los cambios estructurales, de fondo para replantearse un Proyecto Nacional.

Ni siquiera se roza el debate, la preocupación sobre el propio Frente Amplio, su estructura, su conducción y su capacidad de construir ideas, capacidades y comunicación múltiple con la sociedad. No de forma indiferenciada, sino con prioridades sociales y culturales claras. Si no hay capacidad, ni voluntad de cambiar y mejorar el FA de acuerdo a las nuevas circunstancias ¿Cómo puede ser creíble la capacidad de cambiar y mejorar el país?

La línea política que llevó al FA y a todas las fuerzas políticas que lo integran al gobierno, primero en la capital y luego nacional y en varias intendencias se puede definir como de acumulación de fuerzas. Y no es un nombre antojadizo o patrimonio de un solo partido, es la descripción de la capacidad de avanzar en todas las circunstancias, paso a paso y disputarle los espacios centrales de la política a la derecha, y al centro derecha, tanto en el plano político como ideológico y cultural.

Si la prioridad dentro del FA es iniciar la campaña de las elecciones internas, agrupar sectores, comenzar a disputar cargos, eso puede ser “vendido” como una línea política, pero no lo es, es una declaración de incapacidad, de poca profundidad en el análisis y subestimación, en primer lugar de la gente, en segundo lugar de los propios frenteamplistas y en tercer lugar de los adversarios. Tres subestimaciones demasiado pesadas.

Si el gobierno y sobre todo el presidente de la república, comunica bien, tiene mucha presencia en los medios, ha definido un perfil muy personal que le está dando resultados, de nada sirve quejarse y acusarlos de ser una agencia de publicidad. No es cierto y las leyes aprobadas, los proyectos presentados, la gestión en ciertas empresas públicas demuestran que se trata de algo mucho más de fondo, con sus carencias, pero que ha logrado avanzar mucho más de lo que muchos esperaban en su proyecto político y de gobierno, aunque en el manejo de la pandemia las cosas estén cambiando aceleradamente.

Si los adversarios se basan en la capacidad de comunicación y de su publicidad, se supone que el FA lo que debe hacer es combatirlos en ese terreno, superarlos. Grave error, mucho más grave cuando es una práctica reactiva y no la creación de hechos políticos importantes a la altura del principal partido político nacional, el FA.

Cuando la izquierda se unió no llegaba al 10% del electorado, antes de 1971 cuando subió al 18% y sin embargo conseguía negociar, obtener beneficios para sectores sociales, colocar temas en la agenda política y acumular fuerzas de manera sistemática, incluso durante la dictadura y a la salida, en 1985.

Y lo hizo también manejando el poder, una parte importante, la intendencia departamental de la capital desde 1990. Y siguió acumulando fuerzas, políticas, culturales, ideológicas que culminaron en una etapa fundamental en el 2004. Catorce años en el poder nacional y seguimos acumulando fuerzas, no en forma lineal, pero no retrocediendo en lo fundamental hasta el 2018 en adelante.

La acumulación no es solo cuantitativa, es necesaria también en calidad, en capacidad política de sus cuadros, en experiencia en la gestión de gobierno, en el manejo de temas complejos ideológicamente, en relaciones sociales  más amplias, en conocimiento de las realidades en todo el país, capital, ciudades, pueblos y campaña. ¿Es lo que está sucediendo ahora?

Los partidos, los frentes no son realidades abstractas, son tan concretas como los seres humanos que las forman, como su historia, sus dirigentes y los que crecen para serlo. No viven de invocar su experiencia inédita de unidad de las izquierdas, sino del ejercicio de sus obligaciones nacionales y populares ante la gente, ante los uruguayos.

La línea política puede tener muchos puntos de referencia, es como los gobiernos. La más compleja es la que parte desde el llano, desde los ciudadanos comunes, los que trabajan y quieren tener un trabajo, los que producen, los que arriesgan emprenden e invierten en la ciudad y en el campo, los que educan y los que aprenden, los que investigan e innovan y los que curan y producen cultura y la difunden.

Construir esa línea política, que debe ser audaz, valiente, crítica y sensible a los cambios que necesariamente se van a producir y ya se están produciendo, es lo más difícil de la política.