La inundación no se campea en bicicleta

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Por Elena Grauert

Es evidente que los fenómenos meteorológicos, como la lluvia del pasado viernes 1 de diciembre, son impredecibles en cuanto a la forma de enfrentarlos. A pesar de haber sido anunciados reiteradamente por los meteorólogos, es muy difícil prever cuán copiosas pueden llegar a ser.

No quiero ser como Fernando Pereira, quien culpa constantemente al gobierno sin considerar las causas o las razones. Sin embargo, es claro que, si la Aguada se inundó de la forma en que lo hizo, fue porque en 30 años no hubo inversión para mitigar las dramáticas consecuencias. Era previsible que se inundara frente a la Estación del Ferrocarril Central, ya que cualquier montevideano que se precie de tal sabe que esa zona siempre se inunda.

Solo imaginar a una persona que dejó su auto estacionado y al regresar ya no lo tenía o estaba bajo agua, conlleva consecuencias en términos de seguros. Realmente cabe preguntarse qué hizo Montevideo en estos 30 años, desde 1989 hasta la fecha, en términos de obras: el corredor Garzón, del cual todos conocemos los problemas que ha acarreado; el túnel de Av. Italia, cuyo recorrido largo y alto son inexplicables; y ahora la famosa ciclovía de 18 de Julio, que al igual que muchas otras avenidas en Montevideo, apenas se usará, quizás solo para pasear al perro o para montar en bicicleta, aunque claramente se impondrán multas.

Es evidente que se acaba de realizar una obra bastante costosa, como la ciclovía de Montevideo, que superó el millón de dólares, y cuyo retorno como inversión es muy dudoso. La Asociación de Profesionales Arquitectos critica la obra por su impacto visual urbanístico y la falta de seguridad. En el mismo sentido, otras organizaciones y especialistas en temas de seguridad vial han expresado sus preocupaciones. Parece ser que solo serán alrededor de 600 personas que transitan por 18 de Julio en bicicleta las que podrán disfrutarla, ya que no se ve razón alguna para que aumente la cantidad de ciclistas.

Es una costumbre reiterada que la Intendencia de Montevideo no informe sobre el costo de las obras. Afirmaron que rondaría el millón de dólares, mostrando una gestión de los fondos públicos de manera liviana, sin la más mínima planificación ni justificación del gasto en relación con el beneficio.

La inundación de Montevideo no nos sorprendió, es habitual que la Intendencia Municipal no haga nada. Las calles colapsan, no se han realizado obras de importancia para mejorar el tránsito en años, las veredas están destrozadas, salvo las que se construyen por edificaciones nuevas. El pavimento de las calles está en muy mal estado y afecta a los vehículos de los ciudadanos, pero no se toman medidas al respecto. Se construyen ciclovías para campañas políticas o túneles donde no pueden pasar vehículos altos debido a errores de cálculo, y tampoco se toma ninguna medida.

A pesar de los impuestos cuantiosos, no se asumen las responsabilidades por los daños económicos y materiales causados, ni existe la más mínima intención de reducirlos o generar algún tipo de incentivo para mejorar los barrios.

Montevideo lleva 30 años literalmente a la deriva. No hay un gobierno que cuide a los ciudadanos, y mucho menos si nos referimos a la periferia. Basta con observar el basural de Felipe Cardozo, la montaña más grande de esta ciudad, para comprender la falta de gestión real. Es aún más evidente cuando se publicita la ciclovía como parte de un Montevideo verde, lo cual parece una burla.

El viernes 1 de diciembre fue simplemente otro día más en la cadena de decepciones que la Intendencia Municipal nos tiene acostumbrados. La respuesta de la Intendenta Cosse al cerrar la calle debido a la inundación es similar a quitar los basureros para no ver la basura; es una forma de ignorar el problema. Debería haber anunciado obras, mejoras en el saneamiento, limpieza de las alcantarillas o su ampliación. La Intendencia debe responder por los daños causados a los propietarios de las viviendas debido a su inacción. Basta con imaginar qué sucedió en los garajes subterráneos de los edificios de la calle La Paz.

Es una desgracia que una ciudad tan hermosa como Montevideo, con edificios magníficos de prestigiosos arquitectos y monumentos de una belleza comparable a cualquier lugar de las ciudades más importantes del mundo, abandone su patrimonio y a sus ciudadanos. Es una ciudad congelada en el tiempo, sin obras, sin magia, pero con un tránsito que se ha cuadruplicado. Las únicas obras realizadas fueron por el gobierno central, como el viaducto de los accesos a Montevideo y el anuncio del tranvía. Por lo demás, no ha habido avances.

Las obras en Montevideo parecen moverse a la velocidad de una bicicleta, pero fija, sin avanzar en nada.