“¿No lo conoce a Juan? Juan, el flaco, que es albañil. El de la casa sin terminar...Esta es la historia de Juan”.
Canción de Ruben Lena cantada por Los Olimareños.
Juan tiene 57 años. Los coletazos de la crisis del 2002 lo transformaron en un desocupado más. En un mundo globalizado que considera “viejo” para el circuito laboral a quien pasó los 35… tras mucho buscar un trabajo “normal”, debió hacer lo que hacen tantos: pasar a ser cuentapropista, a crear su propio medio de ganarse el pan.
Algunos ponen un kiosco, otros un almacencito, otros con mejor suerte un taxi.
Juan siguió un camino similar al de tantos compatriotas.
No quiso estar fuera del sistema. Se inscribió, como corresponde, como empresa unipersonal ante el B.P.S, la D. G. I. , hizo los trámites de Habilitación Comercial ante la Intendencia, pagó la Tasa de Higiene Ambiental.
Juan debió luchar mucho para poder mantener a su familia. Interminables horas de trabajo, sin fin de semana ni feriados. Pero no le importaba. Era bueno no depender de nadie y ser su propio patrón.
La crisis, sin embargo, lo fue llevando a crear estrategias para que no faltara el pan: primero atraso en las tarifas, convenios, nuevos atrasos y nuevos convenios. Y un día empezó a atrasarse y no poder pagar los aportes al Banco de Previsión Social.
Un día le llegó una intimación del B.P.S. Debía regularizar la deuda o se pediría un embargo genérico de “sus bienes”. Juan pensó…”mi bien”, porque su único patrimonio es una casa heredada de tres ambientes donde vive con su familia.
Con la ayuda de un abogado amigo presentó una nota ante el B.P.S explicando su imposibilidad de pagar los 25 mil pesos que debía en ese momento (mil dólares).
No sólo había perdido primero la cobertura mutual por su deuda con el organismo previsional. También había debido cerrar su negocio abrumado por esa y otras deudas y estaba nuevamente buscando trabajo.
Como forma de demostrar su voluntad de pago, propuso una cuota de $ 1.200 por mes
( esfuerzo casi sobrehumano para él en ese momento) e incluso depositó esa suma ante el Poder Judicial para reforzar esa voluntad.
El B.P.S. le informó que las leyes tributarias vigentes impedían ese plan de pago. Que debería pagar determinados mínimos de su deuda y recién después estaría en condiciones de hacer un convenio. El pago de esos “mínimos”, superaba ampliamente lo que Juan podía afrontar.
Pasó el tiempo y fue citado por el Poder Judicial para lo que le informaron era una audiencia preliminar. Una vez más, su amigo abogado lo acompañó sin cobrarle, porque él no estaba ni está en condiciones de pagar un abogado.
En la audiencia estaban presentes el señor Juez, su secretario, el abogado del B.P.S. y por supuesto, Juan y su abogado.
El Juez preguntó si las partes habían llegado a algún acuerdo, a lo que los dos abogados respondieron negativamente.
Juan sintió que debía decir algo. Explicó su situación, que su empresa se había fundido, que estaba sin trabajo, haciendo alguna changa, que reafirmaba su voluntad de pago y que más de los $ 1.200 ofrecidos, en el momento actual nada más podía hacer. Que entendía que la normativa vigente impedía al organismo estatal aceptar su ofrecimiento de pago, que era conciente de todos los perjuicios que el no pago le traería, pero que esa era su realidad.
El Juez expresó que todos estamos regidos por las leyes vigentes y a ellas debemos atenernos, a lo que Juan agregó que lo entendía y que era lo que había intentado manifestar minutos antes.
Preguntados por el señor Juez si las partes querían hacer algún alegato, el abogado del B.P.S. renunció a hacerlo. Juan entendió que ya había dicho todo lo que tenía para decir.
Su abogado dijo que sí haría un alegato. Dijo que el caso de Juan era el de muchísima gente que se endeudó por una crisis que no generó ni de la que es responsable, y que las normas tributarias que impiden que personas como él puedan solucionar el pago de esa deuda de acuerdo a sus posibilidades es muy injusto y que en vez de ayudar a la inclusión de la gente al sistema lo que hace es expulsarla.
El Juez expresó que es el Parlamento quien debe resolver esos temas y reafirmó que la Justicia debe cumplir las leyes vigentes.
Semanas más tarde, en nueva audiencia, Juan fue informado que se había decretado, como pidió el Banco de Previsión Social, el embargo genérico de sus bienes hasta que saldara la deuda pendiente.
Hay algunas cosas curiosas…El Banco de Previsión Social no ha solicitado nunca un remate de bienes para cobrar deudas como las de Juan. Si Juan no puede pagar…van a pasar algunas cosas: la deuda se incrementará de una manera geométrica. Los veinticinco mil pesos serán cincuenta mil en un año, cien mil en dos, doscientos mil en tres…
Si Juan logra algún día tener causal jubilatoria, si la deuda a ese momento es mayor a los aportes que haya realizado…no podría jubilarse. Si la deuda es menor a lo que aportó, sí podrá jubilarse pero con una quita del treinta por ciento de lo que le correspondería.
Eso sí, le dieron una buena noticia: si se muere, la deuda se extingue.
Repasemos: si Juan no puede pagar no podrá jubilarse o se jubilará con un descuento de la tercera parte de lo que debería cobrar. Es evidente, que con esa quita de un tercio, el B.P.S. nunca cobrará la deuda de Juan. Y si se muere…menos.
Entonces, Juan y todos los Juanes que viven una situación similar, tienen un futuro de angustia permanente. Una deuda que crece y se torna impagable e incobrable, que además le afectará en muchos otros aspectos: la imposibilidad de acceder a créditos, por ejemplo.
La pregunta que surge es: ¿por qué hay leyes que no contemplan situaciones como las de Juan? Un ciudadano que quiere pagar, que está dispuesto a hacer el máximo sacrificio hoy y pagar lo que humanamente está en condiciones y al que un sistema perverso le impide pagar. Un sistema que además de destrozarle la vida a una persona de trabajo tampoco podrá cobrar nunca una deuda que crecerá cual bola de nieve hasta transformarse en incontrolable.
¿Quién gana con todo esto? Juan no. El Estado tampoco, por eso el sistema es perverso.
Juan sigue buscando trabajo con sus 57 años y su angustia a cuestas.
Es una persona informada que sigue todo lo que pasa en este país en plena campaña electoral.
No ha visto en ningún plan de gobierno, no ha escuchado a ningún candidato de ningún partido hablar de soluciones para él y todos cuantos padecen lo que él padece.
Juan sigue siendo optimista. Sabe que más allá o más acá encontrará las fuerzas para seguir luchando. Y sigue esperando soluciones que contemplen la deuda interna del Estado uruguayo con su gente por lo menos con el mismo énfasis con el que se atienden las realidades macroeconómicas y los compromisos con los acreedores internacionales.
Al contrario de lo que se dice en las películas o ciertos libros, esta no es una historia de ficción. Cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia.
Juan José Pereyra
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